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Objetivo de una cámara de fotos. En el fondo un mural de imágenes.

2 Ene 2009

La magia teatral de Chesterton

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El virtuosismo de G.K. Chesterton (Londres, 1874, Beaconsfield, 1936) no requiere presentación. Su obra le acomoda en un lugar privilegiado de entre los grandes escritores de todos los tiempos. No es exageración ni debilidad (aunque una y otra se entenderían leyendo sus textos). Escritor prolífico, sus libros han solazado a todo tipo de lector. Sin embargo, hasta ahora permanecía inédita en nuestro país una obrita -su única incursión teatral- que, sin ser lo más brillante del legado del inglés, es un ejemplo de su estilo brillante, cómico, trascendente y reflexivo. Nos referimos a 'Magia', que acaba de editar Ediciones ElCobre en su colección de 'Abyectos', promovida por el Cermi.

Escrita en 1913, en la antesala de su conversión al cristianismo, 'Magia', con un preludio y tres actos, delibera sobre el sutil espacio que distingue realidad e ilusión. Sus siete personajes conjuran a la perfección buena parte de las obsesiones literarias de Chersterton: un cura (el reverendo Cyril Smith, que aboga por la apertura de un pub 'decente'; un "fanático reprimido"), un doctor (Grimthorpe, abanderado de que dicho pub jamás abra sus puertas, a quien el autor lo identifica con Huxley, un biólogo londinense conocido como 'El bulldog de Darwin', obsesionado por la diferencia "entre lo que es hermoso y lo que es"), un racionalista desmedido -que pierde la razón- (Morris Carleon, a quien el doctor define con un comentario nada pueril: "debe darle una oportunidad a la poesía.

No todos podemos alimentarnos de petróleo solamente"), un sirviente leal y obediente, pero aséptico (Hastings), un tibio de corazón, incapaz de definirse, de posicionarse, como expresan los entendidos (el duque, "el hombre más amable del mundo, que siempre intenta complacer a todos. Por lo general, acaba por no complacer a nadie"), la duda más o menos razonable (personificada en 'El desconocido') y la fe sincera (Patricia Carleon; ¿es casualidad su sexo?).

La aceptación cándida de lo sobrenatural por parte de Patricia desencadenará toda una discusión más o menos racionalista, más o menos lógica, sobre lo que es y lo que no es posible, conjugando apariencias, casualidades, fe, ilusión y trampas.

El estilo de 'Magia' es el característico de Chesterton, su socarronería ("el objeto del periodismo es explicar algo que no sucede"), la pregunta filosófica casi de soslayo ("la sabiduría, ¿dónde hallarla? ¿Cuál es el lugar del entendimiento?"), la paradoja ("usted no cree en el sacerdocio, pero admite sin reparos que yo soy más sacerdote de lo que ese ilusionista es realmente un mago"), el pragmatismo argumental como método equívoco ("el niño que duda de la existencia de Santa Claus padece insomnio. El niño que cree en él duerme toda la noche"), la oposición de contrarios ("aquí tenemos a un muchacho que lo cuestiona todo y a una muchacha que cree en cualquier cosa. ¿Sobre cuál de ellos dos ha recaído la maldición"?).

Una vez más, Chesterton configura una historia de aspecto cotidiano en un relato simbólico; reviste algo racional y razonado en un cuento de hadas para el que "es muy duro acabar. Si le deja tranquilo, perdura siempre. Nuestro cuento de hadas se ha acabado del único modo en que puede acabarse los cuentos de hadas. Del único modo en que un cuento de hadas puede dejar de serlo (...) Se ha hecho realidad."