- La hija pequeña de Sade
Cada día es un árbol que cae, una bruma espesándose que requiere tajo para que entre algo de estímulo, cada día es un árbol que cae, una ciénaga estancada llena de putrefacción, y villanía, y abyección; cada día es un árbol que cae, y una muesca más en el sudario que se acerca, y un aire tan viciado como lírico, tan mortecino como hermoso.