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Mario Satz

Entrevista

5 Oct 2022

Mario Satz, escritor y ensayista

«Cuando la pupila por fin descubre el misterio de la luz, todos los párpados cantan a la vez»

Esther Peñas / Madrid

De un modo sutil, bellísimo, contenido, el escritor y ensayista Mario Satz nos invita a reflexionar sobre la soledad, el silencio, el escucharse a uno mismo, propuesta cuando menos provocativa en un momento en el que todo es ruido, amalgama de sonidos vacuos e ininteligibles que despistas y confunden. Ruido, y movimiento desenfrenado. En Breve tratado de la soledad (Kairós) nos adentramos en la senda sosegada de cierto olvido de sí, que decía el anacoreta Carlos de Foucauld.

En esta sociedad del sucedáneo, de las falsas apariencias, ¿cómo reconocer la soledad?

La soledad no se reconoce fácilmente, quiero decir la negativa de la positiva. Sucede, de pronto, que nos oímos y estamos a gusto con esa voz del silencio y una chispa de lo que Juan de Yepes llamaba la divina sabiduría. Hay que venerar, reconocer, agradecer, verbos casi prehistóricos.

¿Qué distingue una soledad sana, necesaria, soledad dramática?

La soledad necesaria debemos buscarla, la dolorosa y generadora de angustia se nos impone.

¿Cuál es el mejor antídoto para combatir “esa noche oscura del alma”?

No hay que combatir a la noche oscura sino rendirse a ella y esperar hasta que la misma respiración nos muestre su maestría.

“Allí donde miremos, siempre ganará el negro”. Pero entonces alguien dice: “Hágase la luz”, y surge la vida. ¿De qué depende que se pueda enmendar lo aciago?

El negro, que los alquimistas llamaron nigredo, es un estado de sufrimiento melancólico que lentamente debe blanquearse. A cada quien le corresponde un tiempo, el suyo. Una clave. Al Buda lo ayudó una pastora; a Jesús, la samaritana. Alguien que estaba o está debajo enseña al que está arriba. Uno habla sin pensar, el otro piensa en lo que se ha dicho.

Cubierta del libroLos “peregrinos de sí mismos”, ¿qué características tienen?

Los peregrinos de sí mismos parten de un extrañamiento, de una separación de lo social, de una introspección, en suma. Lo aciago no se abandona nunca, pero el buscador genera anticuerpos y es asistido por voces de todo lugar y todo tiempo. Los cátaros empleaban la palabra consolamentum para sus iniciaciones, y ciertamente hay consuelo.

¿Por qué os cuesta tanto acogernos a lo sencillo? 

Es difícil sentir que el silencio es significativo en una sociedad y en una época que le rehúye y no lo fomenta. Los decibelios elevados actúan en nuestra contra. La tecnología nos abruma. Las bebidas gaseosas o isotónicas nos impiden saborear el agua. Lo sencillo es el punto de partida y también el de llegada; en medio está la aventura, el trabajo, el oficio de pensar mejor.  Recordemos que la pereza es un pecado y, también, que no todos están destinados a transfigurarse. Tal vez se necesite más de una vida para buscarla y aún más para hallarla.

No paramos de escuchar consignas y mensajes de coach, que reinventan lo que otros ya dijeran antes y mejor. Usted acude a las fuentes antiguas. Desde que el hombre lo es, conoce que el silencio interior es crucial para el sosiego y la felicidad. Sin embargo, pocos se adentran en ese sendero, ¿por qué?

Todo está predestinado a revelarse en algún momento. Por eso, el poeta alemán Goethe decía «Posee lo que has heredado».  Por mi parte, suelo pensar que lo valioso se busca y lo barato se ofrece.

Pienso en los dos mantos de Cristo, en los dos colores a los que remite el nombre de Adán, en definitiva en los complementarios. ¿Cómo aceptarlos cómo hacer que sea eso mismo, complementarios y no contrarios excluyentes?

El rojo o el púrpura alude a la carne y a la sangre, el blanco a la luz. El rojo está sobre, el blanco dentro. En términos de lo que el hierro representa, se necesita mucha, muchísima energía para pasar del rojo al blanco y así hasta desaparecer en la luz.

El entusiasmo, ¿hasta qué punto depende en exclusiva de la voluntad, de uno mismo?

El entusiasmo, «tener a Dios dentro», es individual, la alegría que se le parece, colectiva. Hacia el entusiasmo necesitamos ir por la contemplación, la ascesis, la lectura, la música. La alegría sucede cuando podemos compartirlo en el mismo nivel.

¿Qué media entre la personalidad tosca y la angélica que, según antiguas creencias, tenemos todos?

Para los hindúes, el diamante es una piedra madura y una simple piedra, una joya aún verde. Aquí la palabra madurez es la clave: en las frutas es el momento de darse a los demás, dulzura tras dulzura, hasta deshojar por completo el ego. Sin embargo, un mismo ser es tosco y refinado a la vez. Lo que marca la diferencia es a qué renunciamos, qué males nos sacamos de encima. Por eso todo trabajo es individual, solitario. Nadie come ni digiere por nosotros, nadie cae y se levanta por nosotros, cuando la pupila por fin descubre el misterio de la luz, todos los párpados cantan a la vez.

¿Cómo saber que uno está en el camino correcto hacia el corazón?

Nunca sabremos si estamos o no en el camino correcto o, mejor, el que nos correspondía. La iluminación es tan instantánea como efímera. Si quiero sacar partido de ella me abandona. Hay que dejar hacer, hay que trabajar sin ánimo de compensación inmediata. Hay que procurarse maestros vivos o muertos. Diría que la tragedia de nuestra época radica en la obliteración de la figura del maestro anímico, el guía espiritual. Por eso hay tantos charlatanes que venden felicidad y producen, a la larga, sufrimiento. La mejor droga es la propia sangre iluminada. Escribí este libro porque me gusta compartir lo que he aprendido. He invertido, siempre, mucho, muchísimo más de lo que he ganado. Uno de los nombres por los que se conoce al Buda es Tataghata, «el que llega a sí mismo».