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Cubierta de La vida, contigo

Entrevista

8 Feb 2019

Esther Peñas, poeta

“El amante resignifica los sucesos más cotidianos”

Miguel Fernández / Madrid

Apenas hace un año de su último poemario ‘El paso que se habita’ (Chamán), nuestras compañera Esther Peñas (Madrid, 1975) publica La vida, contigo (Adeshoras), una novela (¿novela?) cargada de una belleza que inunda al lector. Homenaje a Cortázar, Peñas consigue construir (o convocar, como diría ella) una historia de una enorme intensidad. 

¿Era tan importante la coma en el título?

Sí, esa coma cambia el sentido de la frase. La vida contigo (sin coma) se refiere a la porción de vida que comparto con otro; la vida, contigo supone compartir la totalidad.  
 
¿Y se puede compartir tanto?

Se puede compartir tanto como se esté dispuesto a entregar y recibir.
 
¿Y se puede amar como se ama en esta novela?

Amar de este modo supone colocarse en el centro exacto del claro del bosque, donde la fragilidad es extrema. Es cuestión de predisposición de ánimo, de estar en la celebración, de entender la vida como una concatenación posible de prodigios, de habitar la vida como territorio sagrado. Si me apuras, creo que no hay otro modo de amar que este.    
 
Pero amar así no evita el dolor…

No creo que la cuestión sea evitar o zafarse del dolor, al dolor hay que atravesarlo, entregarse a él, el dolor es parte de la vida. Dolor y dicha son dos momentos de la misma cosa, me parece. Y se puede mantener cierta alegría dentro del dolor. En la proporción en que nos entregamos recibimos la intensidad (y esta puede ser luminosa o umbra). 

Vamos, que quien ama sufre…

Quien ama, quien crea, quien alumbra, quien reza… Pero el dolor nos descubre muchas cosas de nosotros mismos. 
 
O sea, que no hay amor perfecto…

Pienso en el amor sublime por excelencia, el religioso, que tampoco está exento de dolor, que entiendo es a lo que te refieres con lo de imperfecto. Pero la perfección encierra lo imperfecto, los contrarios conforman un todo, se dan sentido. Por otro lado, ¿qué es un amor perfecto?

El que nos llena… 

Varias cosas… por un lado, en el amor hay un otro, y el otro nunca actúa como nosotros esperamos, tantas veces ni siquiera como creemos que debe actuar, etc. El otro es otro. Creo que solo si somos capaces de amar al otro no solo por las coincidencias sino en nuestras disonancias se puede dar una plenitud. Añado que lo que me llena no tiene que ser lo mismo que le llena al otro. Nunca sabemos, por último, qué nos colma del otro y qué de nosotros recibe el otro. Lacan dijo aquello de que amar es dar lo que no se tiene a quien no es. 
 
¿Quieres decir que nos inventamos al otro?

Quiero decir que miramos al otro, y el simple hecho de mirar, aunque no queramos, transforma lo mirado, pero nosotros también somos mirados. A pesar de ello, hay que preservar al otro, no tratar de hacerlo a nuestra imagen y semejanza. Pero sí, tantas veces nos inventamos al otro… Y un buen día lo ves tal cual es y el estupor es inmenso. 
 
¿Y si pasa eso? 

Depende de la altura de la que caigas. En cualquier caso, habrá que ajustar el foco la próxima vez. 

Una de las frases que más te he escuchado es que el amor todo lo puede. ¿Lo sigues pensando?

Sí, es una certeza. Lo he comprobado una y otra vez. Esa es mi experiencia. El amor, en su jurisdicción, todo lo puede. Si hay amor, claro, premisa indispensable. Por mucho y bien que te ame, mi amor no puede interferir en tu libertad, y tú eres libre de no amarme. Ese todo lo puede incluye preservar la libertad del otro.
 
Y un amor como el que describes, ¿tiene fecha de caducidad?

Mientras haya amor por ambas partes, no existe tiempo alguno. Ni muerte. Sólo vida. 

No se me ocurre ningún libro que contenga tanta belleza como este tuyo.

Esa exageración me da la medida de tu aprecio, y la recibo como un regalo. Es cierto, lo creo así, se convoca una belleza casi absoluta. Para mí la palabra es acto. Del mismo modo que una caricia en el cuerpo se convierte en jaculatoria, una palabra es una caricia, un abrazo, un beso, hacer el amor con, cuidar a. Pero se me ocurre un puñado de libros en ese orden de cosas. Además, los collages y la fotografías del maestro Ortega Chamarro que acompañan al texto lo ensanchan.
 
Dedicas el libro a Carmen Martín Gaite y Rosa Chacel. ¿Son tus escritoras favoritas?

Son dos escritoras tutelares para mi. De Martín Gaite admiro la sencillez para contar, la vindicación que hace del interlocutor, es decir del otro, de entender al otro y de hacernos entender por el otro. De Chacel, la belleza de sus construcciones, la importancia de la luz en su obra. De ambas la delicadeza. 
 
En realidad, y no lo digo como crítica, la novela no tiene argumento…

El argumento es el amor. Es una historia de amor. ¿Cuál es el argumento del amor? Una respuesta posible es su intensidad. Y la intensidad no se cuenta de un modo lineal. Por eso está construida en fragmentos, para preservar la intensidad. Lo que da la medida de una historia de amor es su intensidad. Y ésta no depende de vivir experiencias extremas únicamente. El amante resignifica los sucesos más cotidianos.

Amante hay pero el amado está desaparecido…

Entiendo lo que dices… Sí, en cierta manera así es. Eso puede significar que la amada, en realidad, no existe; que la amada no existe del modo en que es mirada por el amante; que la amante no es correspondida o que sí lo es, pero no se nos cuenta.
 
¿Y tu opción?

Créeme que no tiene ninguna relevancia lo que considere al respecto.
 
Es como si Oliveira pudiera mirar a la Maga en toda su belleza. La vida, contigo es un claro homenaje a Cortázar…

Oliveira nunca podrá ver a la Maga. Es terrible, pero es así. Él se lo pierde. La Maga siempre seguirá siendo la Maga. Eso es lo que Oliveira aún no sabe. La maravilla, el prodigio, está del lado de la Maga siempre. Lo convocará con o sin Oliveira. Sí, también es un homenaje a Rayuela, pero visto desde ahí, prefiero pensar que es la Maga quien habla de sí misma. También es una reivindicación de una manera muy concreta de entender la vida. Sobre todo esto. 
 
Tiene una carga poética enorme…

Resignificar la vida del lado del amor tiene que ver con analogías, con hallazgos, con abrir hendiduras que nos permitan pasar una y otra vez al otro lado. Con el misterio. Con lo invisible. Con el deseo implosivo. Todo ello es poesía. 
 
¿Te costó mucho escribirla?

Está escrita del tirón. Sin más correcciones que las que hice sobre la marcha. Una vez terminada, se la di a unos cuentos amigos, que hicieron algunas observaciones. Finalmente, salvo cuestiones menores, quité dos frases y la última página.
 
¿La última página?

Sí, de pronto vi clarísimo que no tenía sentido ninguno. 
 
¿Y las dos frases?

Dos frases que me resultaron por completo ajenas. Pero no tienen importancia alguna para el lector.