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Fabrellas

Entrevista

18 Nov 2020

Joaquín Fabrellas, escritor

«El arte no mejora con la ingesta de psicotrópicos, sino con el trabajo diario y la disciplina»

Esther Peñas / Madrid

El imposible lenguaje de la noche (Chamán ediciones) es una novela en la que se despliegan dos territorios fascinantes en el momento más fructífero de ambos: el jazzístico y el de la poesía beat. Así que si comienza la lectura, irán encontrándose con Miles Davis al tiempo que conocen un poco mejor las relaciones que establecía un poeta como Ginsberg. La noche preside esta narración colmada de desacatos, ebullición, drogas, explotación, miedos.

Leyendo el libro uno creyera estar en un continuo night club escuchando deliciosa música. ¿Qué tiene el jazz que lo hace único frente a otros estilos y por qué conecta tanto contigo?

Siempre he escuchado jazz, desde joven. Con el tiempo descubrí que esta música era mucho más que un estilo, es una forma de entender el arte y la expresión de la música de forma libre, no encorsetada; así el jazz deja el camino abierto a la interpretación y eso me interesa mucho en literatura. Eso pasa al arte, al expresionismo abstracto, a Motherwell, a Lee Krasner o Pollock.

Es un estilo, el jazz, que nunca ha sido mayoritario en España, ¿a qué crees que se debe?

En España, desde el franquismo, todo aquello que sonase a americano o europeo estaba vetado, se primó la música folclórica, lo rancio, aunque hay excepciones, afortunadamente. Hubo una Barcelona muy jazzística que empezó con Cugat y Tete Montoliú, y en el País Vasco también con Pedro Iturralde y los diferentes festivales de jazz.

Thelonious Monk, Miles Davis, Chet Baker, Johnny Cash… De todos ellos, ¿con quién compartirías un confinamiento?
Uff, con nadie. Eran unos genios, pero sería difícil vivir con ellos, y en confinamiento, mucho peor, cada uno en su casa. Me iría de fiesta con Miles Davis, pero solo una noche.

¿Qué distingue a la noche del mundo diurno en cuanto a gente que la habita, ritmo vital, olores..?

No sé, la noche se opone al día, quien puede vivir de noche define su forma de ser, sus relaciones sociales… pero ahora todo esto es ciencia ficción porque la noche se ha convertido en insomnio y malestar.

¿Cuándo hay que preferir la noche y cuándo el día?

Tampoco sabría decirte con exactitud. Para mí la noche era infinita en mi juventud y primera madurez, hasta los 30 y 35, desde entonces, tu trabajo se convierte en algo más serio, así como tus relaciones personales o responsabilidades propias. Supongo que es un tema de decisiones.

Hay algo de desaforado en la escritura de esta novela, de insaciable, como si estuviera escrita con una urgencia casi mortal…

Bueno, no sé si mortal, te puedo decir que sí fue intensa y lenta su composición, (casi cinco años), toda esa insaciable forma de escribir es lo que quería transmitir desde el principio, esa forma en que Kerouac escribía, como una apuesta total y que remeda una forma aparentemente sencilla, pero que esconde un enorme trabajo detrás de selección de lo escrito. Escribir este libro fue todo un proceso psicológico. Dudo en volver a escribir otra novela. Supongo que esa tensión de la que hablas procede de que no dispongo de todo el tiempo para escribir, sino que tengo solo unas horas al día, y eso se nota, es como una espada de Damocles. Y hay días en los que escribes pura basura.

Todo el cosmos en el que habita Paul Demut, el protagonista, remite a un periodo artístico riquísimo. ¿Podría volver a darse una coincidencia tanto de encuentros de tantos artistas y de tanta claridad como de capacidad indagatoria?

Creo que sí, que ahora mismo existe la misma pluralidad en el arte que hace años; conozco a muchos pintores, escritores, poetas, músicos que no dejan de crear y trabajar. Quizá nos falte perspectiva para darnos cuenta de ello, del movimiento cultural tan rico actual. Lo que sucede es que el lugar que antes ocupaba el artista ha sido desplazado hacia los márgenes donde su opinión no interesa y prima la pulpa cruda de los programas de picar carne humana de la tele.

¿Qué hay de Demut en Fabrellas?

Espero que nada, siempre hay una tendencia a identificar a los personajes con sus creadores. No le tengo cariño a Demut en absoluto (significa humilde en alemán), es algo despreciable y ruin. Tal vez una noche quise ser él hace mucho, pero ya no, esa forma de vivir es atrayente en la juventud, pero ahora no me interesa lo más mínimo. Sí comparto con él ciertas preocupaciones estéticas sobre la imposibilidad de escribir con éxito, pero poco más. Yo he alcanzado el aurea mediocritas.

Hay mucho de pillaje en estos personajes (ese engaño de Miles en la grabación del disco Kind of Blue) y mucho exceso. ¿El arte es más dionisíaco que apolíneo?

Bueno, a mí me interesa mucho más lo dionisíaco. La belleza como categoría estética es aburrida y ya no está de moda, hace siglos de ello. Me gusta lo desmedido, lo visceral, lo ctónico. Ese arte de lo bello ha convertido la expresión artística en algo muerto, lo que se está escribiendo ahora mismo no me interesa en absoluto, y no es porque piense que lo mío es mejor o debe tener mayor repercusión, pero las editoriales pactan contenidos con los escritores: terrorismo, guerra civil, un pasado colonial ficticio, y utilizan un lenguaje muerto, correcto, sin dobleces, parece la temida neolengua en la que trabajaban en 1984.

¿Había más libertad creativa en eso años que en estos, caracterizados por lo políticamente correcto? ¿Somos menos libres?

Bueno, en España hay mayor libertad creativa ahora que en los 50 y 60, cuando la censura actuaba y machacaba lo que no siguiese sus estúpidas normas de corrección, pero hace más daño la corrección edulcorada de ciertas editoriales actualmente, que lo políticamente correcto, de alguna forma, se trata de lo mismo. A mí me rechazaron la novela por cierto contenido y por expresiones como “puto negro” que utilizo en la novela de forma justificada, la tacharon de lenguaje racista, y no era una pequeña editorial precisamente.

Estas políticas convierten al escritor en un ser temeroso y ávido de ganar mucho dinero. Y cuando escribes para un público… dejas de escribir para ti mismo.

Otro de los ejes de la novela es la poesía beat y la literatura de esos años (pienso en esa imposible novela que aparece en esta, Farabeuf o la crónica de un instante). ¿Cómo han aguantado, a tu juicio, el paso del tiempo autores como Bukowski, Ginsberg o Kerouac?

Kerouac ha aguantado el tirón perfectamente. Pero hay que matizar, cuando lees a Kerouac en español, se lee una traducción, que, por bien que esté hecha, sigue siendo una traducción y lees al traductor. Yo leo a los escritores americanos en inglés, y la cosa me cambió por completo, la cantidad de matices que se pierden es enorme, la música, el ritmo con los que componía Kerouac jamás se pudo transmitir, la supuesta oralidad beat es algo insustituible y no se refleja en ninguna traducción. A Ginsberg le sucede lo mismo, pese a que las traducciones que se han hecho estaban bien. Otro caso es Bukowski, creo que no ha aguantado tan bien su lectura, no me interesa leerlo de nuevo, y, sin embargo, en la juventud, su fuerza fue fundamental para romper límites creativos.

Farabeuf es otra historia, Elizondo construyó un artefacto literario muy en la línea del nouveau roman con esa tendencia a hacer infinito el instante, y en cierta manera, hay un homenaje en los primeros capítulos del libro, yo revisito una noche en la novela desde siete puntos de vista diferentes.

Supongo que es lo que quería hacer, un artefacto que discurriese entre el ensayo, la recreación, la falsa biografía, la novela y que transitase esos espacios entre géneros para despertar al lector. Un grito al oído del lector adormecido antes de dormir. La literatura no puede ser en ningún caso un tranquilizante, eso es el triunfo de lo burgués.

Pienso en la entrevista que le hace el protagonista a Dylan Thomas. ¿Sin drogas, esta generación hubiera alcanzado los límites de genialidad que tocaron?

No sé. La droga siempre viene a cubrir una carencia afectiva o sentimental. Ellos tenían una enorme capacidad creativa, pero no creo que se viese incrementada por el consumo de drogas, antes al contrario. Bill Evans no tocaba mejor por ser toxicómano. El tema del consumo de drogas en occidente es que, en muchas ocasiones, se descontextualiza del origen, de su efecto chamánico o de trance. No nos hace falta tomar droga para tener un trance, la realidad es mucho más traumática por sí.

Estos artistas (Charlie Parker, John Coltrane, Dizzy Gillespie, Miles Davis, Marilyn Monroe, Chet Baker) caen en sus redes porque eran seres explotados por el sistema que los creó, que explotó su enorme talento y que sufrieron sus estragos brutales en la destrucción más absoluta, en la bajada a los infiernos de la que no volvieron, lo tenían todo para ser felices, pero el sistema los destruyó. Por ello es una novela sobre el fracaso.

El arte no mejora con la ingesta de psicotrópicos, sino con el trabajo diario, la disciplina, no tiene que ver con la inspiración. Pero ciertos artistas se acostumbraron a trabajar a pesar de ello.