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Cubierta de 'Esas'

Entrevista

12 Abr 2019

Arantza Salaberría, escritora

“Si el relato de los otros nos hace llorar es que no tenemos bien llorado el nuestro”

Esther Peñas / Madrid

Arantza Salaberría es una escritora de cajas chinas, de estructura de abismo, es decir, de entramados que se superponen, se embarazan unos de otros y se responden, como un baile especular que teje una historia narrada desde distintos ángulos. Con pulso poético y corpóreo (sus personajes viven en el cuerpo, por tanto encarnan la vida misma), traza esta historia valiente, llena también de miedos, de deseos que se pelean, de apuesta por cumplirse. Conmovedora historia la de ESAS (AA ediciones). Salaberría y sus dones compartidos.

Fueron necesarios 25 años para alumbrar Esas. ¿Es muy diferente la narración final a cómo comenzó a gestarse?

Esta novela ha vivido una larga aventura desde su primera versión, entre los años 93-94, del siglo pasado. Y ha tenido varios títulos en estos veinticinco años. Sentí en aquel entonces que me enfrentaba a un reto y no tenía la seguridad de llegar a superarlo. Parece que hemos llegado a puerto… Me interesaban mucho los autores que, a través de su propia construcción, intentaban iluminar los comportamientos y el sentir del mundo masculino. Y, en base a ese trabajo narrativo de ellos, he intentado elaborar la capacidad de autoconsciencia de unos personajes a partir de sus experiencias. Algo que hacemos todos constantemente. Era también un reto porque quería construir una estructura diferente de los demás relatos que había conocido hasta ese momento. En todos estos años he aprendido mucho con la tarea de las correcciones constantes y he tratado de incorporar parte de esos aprendizajes. En el tránsito ha ido modificándose y conservándose a la vez, como algo vivo o como todo lo que puede estarlo.  

Si “el principio no está en ese momento que hemos imaginado”. ¿Dónde colocarlo?

Creo que el principio puede estar en alguna pregunta que cada cual se hace en un momento dado. Cuando percibe algo que no encaja bien. O tal vez esté antes, porque la pregunta nace cuando observamos unos planteamientos que otros muestran como piedras sólidas y nosotros vemos que se pueden desmoronar. Es posible que el principio de esta novela esté en aquellas primeras lecturas donde los personajes femeninos chirriaban porque los veía muy sesgados e incompletos respecto a las mujeres que estaban a mi alrededor. 

Elena, su hija y Elsa son mujeres que, a pesar del miedo, se cumplen, es decir, pelean por aquello que desean. ¿Qué precio se paga por ser una misma?

Todos pagamos en la vida el precio de vivir. Y no es fácil. Vivir puede ser considerado un acto de valentía y comprender que esta vida es lo verdaderamente único que tenemos forma parte de esa comprehensión. Solo estamos el tiempo de un rato aquí, y coincidimos con otros y sus propios retos. Tal vez el precio sea el rato de unos retos. Siempre jugando con las palabras. Los personajes hacen sus malabares con ellas. La criatura tanto de Elsa como de Elena es el propio relato que ellas presentan como una ofrenda.

¿De qué depende que una mujer desee o no ser madre?

La relación de los seres humanos con el deseo es muy compleja. Intervienen múltiples factores naturales y traumáticos para que ese deseo tenga un recorrido u otro, unos vericuetos u otros. Estos personajes indagan en ese hecho que se produce en ellas y que posiblemente es más fuerte que ellas mismas. Ese intento de averiguarlo es lo que pueden dar. Es su verdadero fruto.

“Todo es ficción, salvo este instante presente”. ¿Cómo elaborar esa ficción –pasada- para que no nos ahogue, cómo se elabora para poder convivir con ella?

Esta es una de las ideas fundamentales que recorre la novela, lo único real en este instante es esta entrevista. Estamos en el tránsito constante del pasado al futuro. Si en el propio relato del pasado y en todos los relatos heredados indagamos con el mayor rigor posible, con el mayor esfuerzo para intentar no engañarnos ni engañar a los otros, tal vez comprendamos mejor nuestras limitaciones y las de los otros. El objetivo fundamental es alcanzar unos máximos respetos mutuos. 

¿Por qué nos da tanto miedo la libertad?

Albergamos muchas pulsiones dentro de nosotros, por ejemplo dar la vida y quitarla; cuidar la vida e intentar destruirla. Tanto la propia como la de los otros. ¿Y la libertad cómo enlaza con esto? Todos necesitamos expresar nuestra perspectiva de los hechos que acontecen. Si el relato de los otros se me impone, pierdo la posibilidad de plantear el mío, y al perderla ¿qué queda? Creo que se instala la imposibilidad de crecer del individuo y la imposibilidad de crecer del grupo porque estamos indisolublemente unidos, conectados, entramados

¿Cómo se sabe que “nada se ha quedado sin llorar”?

También aprendemos mucho del relato de los otros para elaborar el propio. De ahí nuestro interés. Si el de los otros nos hace llorar es que no tenemos bien llorado el nuestro. Sospecho que, si en el de cada cual están bien llorados todos los sinsabores y las carencias, avanzaremos mejor unos con otros. Y podremos llegar a reírnos hasta de nosotros mismos, tranquilamente.

¿Dónde se queda el significado exacto de lo que se dice?

Esa es la gran tarea de cada ser cuando se expresa. Pero el significado exacto se instala en el receptor y su atención. Su capacidad de detectar los sustratos, los intereses, los intentos del narrador son apreciados por los lectores y de ahí que el lector pueda alcanzarlo, a pesar de que también él tiñe ese significado con lo que ha llegado a ser, en ese preciso momento de la recepción.

¿La ternura repara todo?

Sin amor no podemos vivir. También creo que cada cual ama como es y cada cual recibe el amor como puede. La historia de los relatos demuestra que es un tema inagotable. No terminamos de entenderlo. No dejamos de tener interés. Nuestra necesidad de conocimiento es tan fuerte que ella misma se convierte en una fuente de ternura. Y esa fuente nos cuida finalmente o hace que nos cuidemos a nosotros mismos y a los demás.