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Jesús Ferrero

Entrevista

15 Jul 2020

Jesús Ferrero, escritor

“Una excesiva exposición a internet alimenta el narcisismo y la renuncia a la sagrada intimidad del propio ser”

Esther Peñas / Madrid

La veta de Jesús Ferrero (Zamora, 1952) como ensayista consigue, una y otra vez, crear un espacio para la espiración enlentecida, más próxima a la reflexión que al análisis, un espacio que se puebla de la honestidad del que tantea, pero se reconoce en deuda, parte de una tradición, y la honra. Así en La posesión de la vida (Siruela), en el que ahonda en la construcción de uno mismo, desde los sillares que nos coloca el otro a los que levantamos nosotros mismos. 

De alguna manera, esta reflexión filosófica propone –me parece- que vivamos una vida digna, en el sentido más griego (belleza, bondad, virtud), sustentada, en última instancia, en la libertad. Sin ánimo de ser impertinente pero ¿importa al hombre postmoderno la libertad?

Al margen de que veamos perfilarse en el horizonte signos sombríos, la libertad va a ser una idea cada vez más insistente en nuestra sociedad, por una razón bien simple: sin libertad desaparecen todas las formas de dignidad. Recuerda que en Europa y América la posmodernidad, allá por los años ochenta, fue algo parecido a un vendaval de libertades. La posmodernidad avanza hacia un mundo de libertades desconocidas, si las catástrofes no lo impiden, quiero decir.

¿Mentirnos a nosotros mismos es el principal obstáculo para ser dichosos?

Sí, y para comprobarlo nos basta con examinarnos a nosotros mismos. Cuando de joven me mentía a mí mismo, siempre acababa haciendo algo equivocado.

Ser conscientes, la conciencia, es una de las cualidades indispensables para poseer la vida, pero el misterio es inherente también a ella, lo inexplicable, incluso lo irracional. ¿Cómo convivir con ello, con esas zonas –el misterio y lo irracional- para las que no podemos conferir significado alguno?

La conciencia es nuestra principal aliada, sin ella se cierran las puertas de la verdad, y yo diría que también las puertas de la vida. Apostar por nuestro lado racional es lo que ha aconsejado siempre la filosofía, pero también la filosofía nos dice que somos el albergue de la irracionalidad, y es bueno que así sea: la razón respira por la ventana de lo irracional, y lo irracional se amaina gracias al poder y la influencia de la razón. Hemos de aceptar el misterio en nuestras vidas, pero no es deseable vivir en un pantanal de enigmas y de conflictos sin resolver. 

Dejando a un lado que el alma –según usted, según Lévinas- es atea, ¿qué función cumple no tanto lo religioso como lo sagrado en nuestra vida?

Lévinas dice que, originariamente, el alma es atea porque nace ignorante, incluyendo en esa ignorancia la idea de Dios. Por eso Lévinas piensa que nacemos ateos, aunque quizá él era creyente, y por descontado le daba gran importancia a lo sagrado. ¿Qué era lo más sagrado para él, y para mí, y para todos? La cara. ¿Qué hacían los nazis en Auschwitz?: borras millones de caras. Lo sagrado cumple una función esencial en la sociedad, que nunca se explica bien: lo sagrado marca fronteras, indica límites. Dicho con otras palabras, para poder sacralizar la vida hay de instaurar el tabú de matar, hay que trazar una frontera bien clara y explícita que se formula con dos simples palabras: no matarás. 

Otro de los asuntos en los que usted ahonda es el dejarse moldear. Ser pasivo, esa expresión con tan mala fama. Sin embargo, nos resulta dificilísimo no imponer nuestros criterios, hipótesis, ideas, etc., y dejarnos afectar por el/lo otro. ¿Por qué?

En la vida vamos pasando por diferentes fases: cuando somos niños nos dejamos moldear, cuando somos adultos moldeamos a los demás: a nuestros hijos, a nuestros alumnos, a nuestros amores, a nuestros amigos.  El problema no es el moldeamiento en sí, intrínseco de la cultura, el problema es cómo lo hacemos. Pensemos en cómo moldeaban los nazis a sus muchachos y sus muchachas en aquellas granjas humanas que crearon, pensemos en esa atrocidad. Con toda evidencia, existen formas de moldear mucho más benignas. 

A este respecto, y puesto que el mito de Pigmalión se recoge en esta bella reflexión suya, y añadiendo que usted es profesor de escritura, ¿cómo evitar que nuestros discípulos, en cualquier orden de la vida, actúen según su criterio y no bajo el nuestro, así como los padres a veces fuerzan a sus hijos a emprender caminos que no son suyos? (recuerdo esa frase de Quignard, cuando dice que el maestro ha de saber siempre en qué momento ha de marcharse porque no tiene nada más que enseñar).

Yo creo que esa decisión la ha de tomar el discípulo y el hijo, no el maestro o el padre. Hay un momento en que debes detectar que tu maestro ya no tiene nada que enseñarte y has de despedirte dignamente de él. El saber no es acumulación de cultura, es algo más esencial, más interior, más definitivo. Hemos de advertir cuándo el maestro nos ha trasmitido esa esencialidad, porque ahí acaba su magisterio y llega la hora del adiós.

¿Cómo se reconoce a un maestro?

Se le reconoce porque trasmite generosamente su conocimiento de la vida y porque sabe mirar con amable dignidad al género humano. La mirada del verdadero maestro es siempre profundamente humana y busca la profundidad, tu profundidad. Por eso a veces la mirada del maestro da un poco de miedo. Es una mirada que te atraviesa, aunque también te puede tranquilizar. Pero atención, hay que tener mucho cuidado con los falsos maestros, con todos esos gurús, todos esos charlatanes, todos esos horteras del dharma, todos esos negociantes de los que debemos huir como de la lepra. Más que ayudarte, te convierten en un pobre miserable. El abordaje de los misterios del yo solo tiene un cauce eficaz, y no es de naturaleza mágica, es de naturaleza racional.

Me detengo en otra de sus disquisiciones, la del sacrificio. ¿Que uno se explote a sí mismo, en este sistema en el que vivimos a día de hoy, y crea que está realizándose es un sacrificio pírrico, necesario, perverso?

No, es un proceso de demolición más o menos camuflado. Los que se exponen mucho en internet y en los medios están alimentando sobre manera su narcisismo más elemental, por supuesto, pero también están renunciado a su propio ser, a la sagrada intimidad de su propio ser, y a la vez están colocando su imagen delante de miles y miles de enemigos, que en cualquier momento podrían tomar muy violentas decisiones contra ellos. Ocurre todos los días en la red.

El espejo y su interpretación a lo largo de los siglos… ¿Qué vería esta sociedad postcapitalista si se mirase en uno? 

Nuestra sociedad ya tiene un espejo: internet, que en líneas generales es bastante abominable. El reflejo de todo lo que somos y no somos se puede ver perfectamente en internet. 

Me parece que a día de hoy la pulsión de tánatos se confunde peligrosamente con la pulsión de vida, con la pulsión de Eros, no sé si estoy equivocada…

Esa confusión ha existido siempre. Muchas víctimas de psicópatas creyeron que estaban ante el hombre o la mujer de su vida. Pensaban que avanzaban hacia la vida y en realidad avanzaban hacia la muerte.  Ahora mismo esa confusión está llegando a un momento crítico. Sociedades enteras avanzan hacia un universo de pura desdicha pensando que caminan hacia un lugar radiante.

¿Cómo llegar a un territorio conjunto cuando el yo y el otro resultan antagónicos?

Creando una “y”. Dicho de otra manera, colocando una conjunción copulativa entre tu cara y la mía: tú y yo, en vez de tú contra mí.

Este ensayo es, también, una ofrenda al tú. ¿Hasta qué punto el infierno son los otros, que dijo el Nobel?

Bueno, yo siempre he dicho que en esa sentencia de Sartre falta la mitad. ¿El infierno son los otros? De acuerdo. ¿Y uno mismo no? Platón y más tarde Omar Jayam vienen a decir que el infierno está en nosotros mismos más que en el otro. Pero no nos angustiemos, que el infierno se alterna con el paraíso, de modo que bien podemos decir que el infierno son los otros, justamente porque también son nuestro paraíso.

¿En qué momento tomó posesión de su vida Jesús Ferrero?

Cuando acabé el libro del que estamos hablando tomé posesión de mi vida, si bien de forma parcial, pues no creo en posesiones absolutas.  Recuerdo que ya lo había acabado pero aún no tenía título. El título llegó una noche: la de la revelación de mi propia vida, con todas sus dichas y sus desdichas. Poseer es simplemente ver con cierta objetividad, sin miedo, sin trampas y sin ignorar tampoco que hay zonas de ti mismo a las que nunca vas a poder llegar. Somos un montón de memoria, cierto, pero también un montón de olvido. Y olvidamos muy pronto momentos fundamentales, quizá porque no los podemos soportar. Me ha tocado más de una vez ver a niños locos y siempre he pensado lo mismo: quizá la locura infantil es el resultado de haber visto demasiado. Circunstancia que no evita pensar que la peor maldición de la vida es la ignorancia, pues como digo en mi libro, el único puente que nos tiende el abismo es el conocimiento.