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Refugiados

Infancia/ Covid

16 Jun 2020

Al menos el 25% de las mujeres refugiadas son cabezas de familia

Más de 8 millones de niños refugiados se han quedado sin clase por culpa del Covid-19

Servimedia / Madrid

Más de ocho millones de niñas y niños refugiados han dejado de asistir a clase debido al Covid-19, según una investigación de Plan International presentada con motivo de la Semana de las Personas Refugiadas. Con el título 'Cerca del contagio', el estudio revela que los riesgos y efectos derivados del coronavirus son mayores para las adolescentes refugiadas, que han visto aumentar la violencia y los abusos contra ellas.

Destacó que las restricciones de circulación impuestas en los campamentos para frenar la pandemia de Covid-19 y la incertidumbre económica han reducido los medios de vida de estas adolescentes, que en su mayoría dependen del comercio o trabajan como empleadas domésticas en ciudades cercanas.

Al menos el 25% de las mujeres refugiadas son cabezas de familia y viven gracias al cultivo de tierras, agregó la organización, una fuente fundamental de alimento e ingresos para cubrir sus necesidades básicas. Los efectos económicos derivados de la pandemia podrían afectar a los medios de subsistencia de estas mujeres, incluso cuando se levanten las restricciones, alertó la ONG.

Además, advirtió de que el aislamiento, la tensión provocada por la situación, la inseguridad alimentaria y la imposibilidad de acceder a la educación hacen aumentar los casos de violencia hacia las adolescentes refugiadas e impiden su acceso a servicios de ayuda.

En el 25% de los hogares de refugiados sirios en Egipto, las niñas y jóvenes son víctimas de violencia de género y abuso, mientras que en el campamento de Cox’s Bazar se ha registrado un aumento de casos de violencia de género y de matrimonio infantil.

Según Plan International, el cierre de las escuelas en los campamentos no solo dificulta que las niñas y adolescentes sigan las clases en remoto por la falta de Internet, sino que les aparta de los espacios seguros que son para ellas las escuelas, donde suelen estar más protegidas contra distintas formas de violencia como el abuso, la explotación o el trabajo infantil. Además, las está privando de servicios básicos de alimentación y nutrición, porque no pueden acceder a los comedores, y de recibir apoyo psicológico.

Por todo ello, recomendó que todas las respuestas a la crisis incluyan un análisis de género y edad, a fin de garantizar el acceso de las adolescentes refugiadas a los servicios de protección, especialmente frente a la violencia de género, la explotación, los abusos y el abandono.

También pidió que los Estados y las organizaciones aceleren el compromiso adoptado en el Foro Mundial sobre Refugiados, para ofrecer más ayuda en las áreas de salud, agua y saneamiento, higiene, protección social y medios de subsistencia.

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