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Ilustración explicativa de esta primera etapa

Jóvenes

4 Jun 2021

Fundación ONCE estimula la inclusión laboral de jóvenes con discapacidad

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Redacción / Madrid

Los jóvenes con discapacidad soportan una tasa de actividad del 28,1%, casi nueve puntos por debajo de la juventud sin discapacidad, según datos del Observatorio sobre mercado de trabajo y estadísticas para personas con discapacidad (Odismet). Además, la tasa de empleo es del 11,1%, frente al 20,5%, y la de paro supera en 16,3 puntos a la del resto de jóvenes, situándose en el 60,3%. Consciente de que todo ese talento está desaprovechado, Fundación ONCE ha iniciado una estrategia para potenciar su inclusión: Aliados con el Tercer Sector. 
El propósito: contribuir a impulsar la inclusión laboral de más de dos mil jóvenes con discapacidad con la ayuda de 21 entidades asociadas además del Cermi. Utilizando la metodología de la generación de ideas, se pretende dar respuestas a dos cuestiones seminales: ¿Cómo estimular a los jóvenes con discapacidad que no están buscando empleo para que lo hagan? ¿Cómo movilizar a esos mismos jóvenes a que acudan a Inserta para que los acompañe en su itinerario laboral?

En este primer trayecto de Aliados con el tercer Sector, se perfiló a los jóvenes con discapacidad, sus familias y las entidades con las que trabajar. Respecto de los primeros, se observó que: en ocasiones sienten que no pueden y, a veces, que están cómodos con esta situación; algunos utilizan redes sociales (pero no todos); no es insólito que dejen que otros (por lo general, sus familiares) decidan por ellos; sienten frustración, incertidumbre, indefensión y fracaso por no encontrar su lugar; tiene miedo de perder la prestación si comienzan a trabajar; lo que encuentro no me seduce; tienen querencia (por prejuicio) hacia el empleo protegido.

En cuanto a las características de las familias, desconocen los recursos existentes tras la etapa educativa; distorsionan las posibilidades y capacidades de sus hijos; en ocasiones, los sobreprotegen; si tienen problemas económicos, priman la prestación, no confían plenamente en las aptitudes de sus hijos, tampoco los escuchan.  

Por último, las entidades dan por hecho que los jóvenes tienen que ser activos; no aportan diversidad de empleo (empleo personalizado o emprendimiento, por ejemplo); se da por descontado que se conocen los recursos existentes, y muchas veces se solapan; falta estimulación a los posibles candidatos.

Esta primera etapa del proyecto se saldó conociendo la realidad que se pretende cambiar, descubriendo los puntos débiles para enmendarlos, de manera que no sólo los jóvenes con discapacidad, sino también sus familias y las entidades que trabajan para mejorar sus condiciones de vida reconozcan qué cuestiones hay que mejorar. La cuestión es cómo.