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Menores en tránsito

Infancia

8 Sep 2023

Lo que les expone a la violencia de las pandillas, la inestabilidad y la pobreza

El 25% de los migrantes en tránsito en Latinoamérica y el Caribe es menor de edad

Redacción / Madrid

El 25% de las personas migrantes en tránsito en América Latina y el Caribe es menor de edad, lo que representa la mayor proporción de población migrante en todo el mundo junto a la que migra por África subsahariana, según el informe ‘La Infancia en Peligro’ que Unicef ha publicado.

Estos jóvenes se desplazan a través de tres rutas migratorias: la selva del Darién entre Colombia y Panamá, la migración salida de Venezuela y el norte de Centroamérica y México.

Ante esta situación, el director de Unicef para América Latina y el Caribe, Garry Conille, subrayó que “la violencia de las pandillas, la inestabilidad, la pobreza y los acontecimientos relacionados con el clima se están apoderando de la región de una manera alarmante, y empujando a más niños y niñas a abandonar sus hogares”.

En ese sentido, señaló que cada vez hay más menores “en movimiento, de edades cada vez más tempranas, a menudo solos y de diversos países de origen, incluso de lugares tan lejanos como África y Asia”.

Esto le sirvió para alertar de que “cuando cruzan varios países y a veces toda la región, las enfermedades y las lesiones, la separación familiar y los abusos pueden plagar sus viajes e incluso si logran llegar a su destino, su futuro puede seguir en riesgo”.

El informe de Unicef indica que alrededor de 29.000 menores de edad cruzaron el “peligroso Darién” en 2021, una cifra que ascendió hasta 40.000 en 2022 y ha sido superior a 60.000, la mitad de ellos menores de cinco años, en los primeros ocho meses de 2023, lo que hace que éste sea el año con más cruces de chavales registrados.

Del mismo modo, el número de niños, niñas y adolescentes refugiados y migrantes detenidos en la frontera sur de EEUU también ha ido en aumento, pasando de 149.000 en 2021 a más de 155.000 en 2022, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) de ese país.

El 13% de la población migrante en el mundo es menor de edad. No obstante, en América Latina y el Caribe el 25% es un niño, frente al 19% en 2019. Esta cifra sólo es comparable a la África subsahariana, donde uno de cada cuatro migrantes es menor de edad.

Los niños menores de once años representan hasta el 91% de todos los menores que migran en América Latina y el Caribe, lo que, a juicio de Unicef, “plantea desafíos a las políticas migratorias nacionales y a las respuestas humanitarias en los países de origen, tránsito y destino”.

Entre esos peligros, la organización de protección de la infancia de la ONU señala lo abrupto del terreno (selvas, ríos, vías férreas y carreteras) y la posibilidad de sufrir violencia, explotación y abuso.

Ante esta situación, Unicef está trabajando con aliados y gobiernos en las rutas migratorias para “proporcionar información precisa para promover una migración segura, ofrecer ayuda vital y apoyar el acceso de los niños y niñas a servicios esenciales”, lo que “incluye ayudar a los países a prevenir, detectar y proteger a los niños y niñas de la violencia y asistir a los niños, niñas, adolescentes y familias que se enfrentan a dificultades y explotación en su viaje migratorio”.

Por todo ello, cifra en 160,5 millones de dólares (150 millones de euros al cambio) la cantidad de dinero que necesita para atender las necesidades humanitarias de los chavales migrantes y refugiados en Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guyana, Perú, Trinidad y Tobago y Uruguay.

Tras denunciar que hasta agosto había recibido menos del 20% de sus necesidades de financiación, estima en 142,31 millones de dólares (132,75 millones de euros al cambio) la financiación que necesita para ayudar a los niños y sus familias en la ruta migratoria a través de Centroamérica y México. De este montante, hasta agosto sólo había recibido el 26%.

A juicio de Garry Conille, “la escala sin precedentes de la crisis migratoria de la infancia en América Latina y el Caribe requiere urgentemente una respuesta humanitaria más fuerte, así como la expansión de vías migratorias seguras y regulares para niños y familias, con objeto de ayudar a proteger sus derechos y su futuro, sin importar dónde se encuentren”.