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García Teresa. Foto: Jimena Cueva

Entrevista

6 Mar 2024

Alberto García Teresa, poeta

«En un nosotros inclusivo, en un plural no excluyente, reside la fuerza y la capacidad para alcanzar una vida buena»

Esther Peñas. Fotografía: Jimena Cueva / Madrid

El desastre ecológico, la incomunicación, la precariedad laboral, la perspectiva de no futuro, el racismo, la violencia en sus múltiples matices, la epidemia de decepción imperante y la exclusión son algunos de los asuntos que recogen los versos de Última poesía crítica (Lastura), que recoge las voces de 34 poetas españoles nacido a partir de 1992. Alberto García Teresa (Madrid, 1980), ha realizado esta labor antológica junto a también poeta David Trashumante (Logroño, 1978).

Aunque parezca una boutade, que no lo es, ¿Cómo se reconoce la poesía crítica?

«Poesía crítica» sería toda aquella que manifiesta una posición que enjuicia, cuestiona o confronta con la realidad, a nivel de discurso explícito o como construcción ideológica implícita en sus modos de representación. No podemos olvidar la interiorización y la reproducción inconsciente de los valores dominantes, y no sólo cuenta la intención expresada por la autora. 

¿Cómo se compagina la necesidad de que la poesía se baste a sí misma con la necesidad de crear una conciencia?

No creo que la poesía se baste a sí misma. Como construcción de lenguaje, debemos ver cómo y qué nos dicen los versos. Toda acción, posición en el mundo y acto de comunicación revela una postura ante la sociedad: de pasiva aceptación, de reafirmación o de oposición. La poesía crítica trabaja en ese tercer campo. Lo que se nos demanda, entonces, como lectoras, es tratar de descubrir hacia cuál de esas líneas nos está empujando el texto que estamos leyendo. La capacidad de un buen poema crítico de estimular el cuestionamiento de la sociedad es la clave para que ese tipo de poesía pueda acompañar procesos de cambio y no quedarse en una mera declaración discursiva.

¿Hasta qué punto uno, cualquiera, está legitimado a hablar en nombre los nadie, de los que no tienen voz, ¿cómo se armoniza este dilema?

Considero que nadie debe suplantar ni robar a la voz a nadie. Ese acto descubre un impulso paternalista, seguramente inconsciente, pero que termina por integrarse en las dinámicas políticas que obstaculizan que todas seamos sujetos políticos. Como apunta Antonio Orihuela, habrá que trabajar para conseguir que cambien las condiciones para que esa voz pueda ser enunciada y escuchada.

Cubierta del libro¿Dónde reside la de la poesía crítica?

Desde un plano más general, sabemos que la poesía no se reduce a los textos ni a las construcciones plásticas. La poesía nos puede ofrecer un ritmo distinto de respiración (más pausado y consciente de sí mismo) y una forma de observar más atentamente lo que nos rodea y a nosotras mismas. Que esa mirada esté movida también por un enjuiciamiento de lo que estamos contemplando o de lo que subyace bajo él, es decir, que se convierta en una acción crítica, depende también de una voluntad y de una intención de zafarse de los moldes en los que nos acomodan y nos acomodamos.

¿Cómo ha sido el criterio para escoger los nombres que conforman esta antología?

Última poesía crítica nace de la hipótesis de que existe una nueva ola de jóvenes poetas críticos actualmente, y que, además, aún no se han incorporado a las otras oleadas previas contemporáneas de poesía crítica (la «poesía de la conciencia crítica» y el conjunto de otras poetas críticas de mayor edad). El trabajo de investigación previo y el libro resultante que hemos realizado David Trashumante y yo lo confirman y dan cuenta de ello. Así, recoge a poetas críticos residentes en el Estado Español nacidas y nacidos a partir de 1992. Entendemos que esa es una fecha clave a nivel político y sociológico. Esas jóvenes han vivido en la infancia o en la adolescencia la crisis de 2008. Han madurado, por tanto, en esa coyuntura de precariedad y con los ciclos de revueltas que se originaron desde ella. A su vez, han crecido ya en el nuevo paradigma cultural abierto por la digitalización y la preponderancia de las redes sociales digitales. Desde esa base, rastreamos editoriales, revistas, antologías, redes sociales digitales, circuitos de poesía oral en busca de esos poetas críticos. 

Por «poeta crítico» entendemos aquella autora cuya mayor parte de su obra está insertada en ese campo de confrontación y cuestionamiento. Es decir, que no ocasionalmente toca algunos temas, si no que apreciamos un camino decidido de avanzar con esa perspectiva insumisa. Para la antología, además, decidimos que fueran poetas con una obra de calidad, de la que pudiéramos ofrecer una pequeña muestra que se sostuviera por sí sola. Éramos conscientes de que muchas de estas poetas poseen una obra incipiente, en gran parte inédita, en un proceso muy pronunciado de búsqueda todavía y de maduración, por lo que la dificultad aumentó. Pero estamos muy contentas con el resultado y también con las redes y puentes que se están construyendo a partir de esas páginas.

¿Hasta qué punto la poesía «es un arma cargada de futuro», como recordaba Celaya?

Con la perspectiva del proceso del colapso ecosocial, civilizatorio, en el cual ya estamos inmersos, hablar de futuro resulta estremecedor. Pero se extrema, entonces, la necesidad de actuar y de responder en el presente; de acrecentar el impulso de redes comunitarias no excluyentes, así como de valores solidarios y antiespecistas para afrontar el desastre. Por otra parte, personalmente, desde mi convicción antimilitarista, prefiero que hablemos de herramientas en lugar de armas. Y, ya puestas, que las manejemos desobedeciendo también las lógicas que nos impone el capitalismo; que se salgan de sus marcos individualistas, productivistas y hedonistas.

Ante el colapso, ¿de qué modo ha de conjugarse el lenguaje?

Ante la emergencia, y urgidos por los breves lapsos de tiempo que manejamos, habría que trabajar en varios frentes. En primer lugar, pienso que es fundamental desmontar las desviaciones semánticas con las que, a través de eufemismos o hurtos, el Poder quiere instalar su construcción de mundo mientras desplaza otras posibilidades. Pienso en términos como «libertad», «revolución», «solidaridad» o, incluso, «feminismo». Se están impulsando significados contrarios que tratan de anular y desactivar su semántica y pragmática subversivas.

Por otro, frente a las dinámicas que buscan la pasividad o una interacción ingenua, el lenguaje poético puede estimular e impulsar el extrañamiento y la suspicacia imprescindibles para, retomando lo que decía antes, generar una mirada crítica, la cual antecede a una acción política antagonista.

Encontrar el ritmo y la intensidad de esas disonancias para que no se llegue a una ruptura comunicativa pero que tampoco contribuya a una recepción complaciente y dócil sigue siendo el gran reto de una poesía disidente que no se quiere solipsista.

¿De qué modo influye el colapso ecosocial en el arte, en general, y en la poesía en particular?

Dos de los grandes problemas en este contexto son la negación del colapso y de las causas que lo están originando, por un lado, y la aceptación resignada y la evasión complaciente, por otro. Las producciones culturales y artísticas que están siendo cómplices de ello, que nos ofrecen imaginarios que refuerzan los valores competitivos y patriarcales, deben ser cuidadosamente señaladas y respondidas. Como contrapartida, nuestro lugar como ciudadanas y poetas debe resituarse ante esa coyuntura. Desde una perspectiva antagonista, deberemos hablar de cómo enunciar una esperanza contrafáctica, como formula Jorge Riechmann (una esperanza «a pesar de» las circunstancias). Se trata de una esperanza movilizadora, no resignada, que se enfrente a un miedo instrumentalizado por el fascismo y el delegacionismo. También, de la expresión y construcción de valores que nos ayuden a afrontar el desastre con la perspectiva de salvar lo máximo posible; esto es, valores como la solidaridad, la cooperación, la compasión, el amor y el antiespecismo. Y, finalmente, que impulsen una acción colectiva que los ponga en práctica. Nos estamos jugando la magnitud del desastre.

¿Es posible vivir sin colaborar con el sistema?

No recuerdo quién dijo que, aunque tú trates de olvidarte del sistema, el sistema no se olvida de ti. En ese marco, la clave está en reconocer las contradicciones y tratar de reducirlas. Insisto en analizar y descubrir cómo hemos interiorizado los modos de pensar y de relacionarnos impuestos por el capitalismo, más allá de las estructuras y de las dinámicas en las que estamos insertadas (trabajo, consumo). Si queremos incidir en la sociedad para transformarla, desde la impugnación y la construcción de otros conjuntos de valores y de modos de organización social, debemos buscar la fricción y el choque.

¿Es el yo una ficción, como se afirma en un verso de los antologados? 

Ese verso, de Alejandro Pérez-Paredes, apunta a dos categorías complejas que generan un debate filosófico en el que me falta conocimiento para aportar. En cualquier caso, lo que está claro es la preponderancia del individualismo y de la ideología que, ilusoriamente, nos considera independientes, ajenos a nuestro entorno social y natural. Frente a ellas, reivindicar que somos ecodependientes, interdependientes y que en un nosotros inclusivo, en un plural no excluyente, reside la fuerza y la capacidad para alcanzar una vida buena (o al menos, afrontar de manera más equitativa y dramática el colapso) considero que es fundamental hoy en día.

¿En qué momento la clase obrera, tan representada en este libro, perdió su orgullo de clase?

Cuando se creyó ese relato de la clase media aspiracional y asumió el consumo como forma de medra social. Lo más preocupante es cómo vamos a afrontar el colapso cuando se ha asimilado la lógica competitiva, individualista y excluyente que sustenta ese relato. Ahí reside uno de los grandes retos de nuestro escaso tiempo de respuesta