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Ana Castro

Entrevista

22 Nov 2021

Ana Castro, periodista y poeta

«El dolor jamás es normal»

Esther Peñas / Madrid

Rojo-dolor (Renacimiento). Bajo este título, un florilegio de poemas encendidos a la lumbre del dolor, dolor físico, del alma, por pérdidas, diagnósticos, memoria, dolor constante, dolor intermitente, dolor temporal, dolor que mata, dolor que muere, que atempera, que se ensancha y muerde. De todos ellos nos hablan las poetas que ha arracimado Ana Castro en esta antología que comienza en Rosalía de Castro y termina en Marina Carretero Gómez (1985). Con la antóloga hablamos sobre la poesía como analgésico.

¿Cómo surge la idea de compilar poemas en torno al dolor escritos por mujeres?

Considero la antología mi contribución al mundo. Llevo más de siete años viviendo con dolor crónico y lo que me ha salvado ha sido la lectura. He devorado cuanto he encontrado en relación al dolor. En primer lugar, necesitaba comprender para aceptar. Después, precisé nombrarlo y ahí es donde entran en juego estas poetas. No había una genealogía del dolor a la que pudiera recurrir, así que poco a poco fui conformando mi biblioteca propia y ellas me ayudaron a encontrar el lenguaje, a nombrar mi dolor. Consideré que todo el saber que había reunido debía quedar plasmado para que también otras mujeres pudieran valerse de él, para reconocerse en esos poemas y sentirse menos solas. Mi cometido, después de todo lo pasado, era poner esa genealogía propia que yo había trazado a su disposición. Y la editorial Renacimiento quiso acoger y abrazar el proyecto con todo el mimo del mundo. 

¿Por qué comenzar en Rosalía de Castro y no, qué sé yo, en María de zayas, por ejemplo o santa Teresa?

Había que tomar un punto de partida y, para mí, Rosalía de Castro siempre ha sido el comienzo del mundo. Me identifico con su poesía, la siento muy próxima a mí. Su dolor es el mío. Y mi apellido, Castro, es de origen gallego, así que decidí que el comienzo de la madeja debía ser ella. 

¿Cuál ha sido el criterio para escoger estas poetas y no otras?

Indudablemente, estamos ante una selección subjetiva y así lo aclaro en el prólogo. Estas son mis maestras y han sido unas las que me han conducido a otras y han conformado mi idioma. De todas colgaban hilos que me llevaban a otras poetas y así sucesivamente, poniendo como punto de partida a Rosalía de Castro y como límite a aquellas nacidas en 1985, para que la selección no se viera comprometida en lo relativo a poetas jóvenes a posibles afinidades de ningún tipo por pertenecer a mi generación (1990). 

Cubierta del libro¿De qué modo se diferencia el dolor femenino del masculino?

Para comenzar podemos mirar las estadísticas de la Encuesta Nacional de Salud elaborada por el INE que apunta a cómo las mujeres se ven afectadas por más dolencias físicas y psicológicas y en mayor porcentaje. Luego está el sesgo de género. Podríamos verlo con claridad al observar la diferencia de cómo suelen tratar los médicos a mujeres y hombres cuando acuden a consulta porque padecen dolor: a los hombres se les cree y se le prescriben pruebas, a nosotras se nos medicaliza y medica y, en muchos casos, se apela a depresión o ansiedad, sin contar la total falta de investigación en lo que se refiere a muchas enfermedades que afectan a la mujer y conllevan un gran dolor, como la endometriosis, la fibromialgia o el síndrome de dolor regional completo. Además, está la convicción todavía imperante en nuestra sociedad: es normal que las mujeres tengan dolor. El dolor jamás es normal. Podemos ahondar en todo ello en los libros de Carme Valls Llobet o en el recientemente publicado Vidas con dolor (Antipersona, 2021), que recopila distintos testimonios de mujeres que viven con dolor a diario. Así que las diferencias en lo relativo al dolor femenino y masculino son sociales, médicas, económicas, institucionales... 

¿Cuál es el dolor más común entre las poetas?

Los grandes temas universales de la poesía han sido el amor, la muerte, la vida y el paso del tiempo. Sin embargo, como ya apuntaba Virginia Woolf, la enfermedad ha estado ausente, cuando debería ser un pilar más dada nuestra naturaleza. Hay muchos tipos de dolor: dolor físico, dolor psiquiátrico, dolor emocional, dolor derivado de la pérdida... Todas antes o después experimentamos dolor físico, da igual su procedencia; todas hemos perdido a alguien y aún nos pesa su ausencia; todas tenemos incrustado en nuestro interior un dolor emocional... En la antología está presente el dolor en todas sus facetas. 

La poesía, ¿no surge casi siempre de un dolor?

No necesariamente. Puede nacer del amor o de un momento de felicidad extremo, ante la belleza de algo que nos deslumbra... No nos quedemos en el tópico del malditismo que tanto se ha asociado a la poesía. 

Siguiendo esa proposición del asesinato como una de las bellas artes, de lo sublime de Burke, ¿No es bello el dolor?

Como explicito en el prólogo de la antología: «El dolor no es bello. Es atroz». No nos redime ni nos salva, no nos hace mejores ni nos dignifica. El dolor es horrible y puede ser eterno y, como dice Amalia Bautista: «El dolor no humaniza, no ennoblece (…), / nada lo justifica ni lo anula. / El dolor no perdona ni inmuniza, / no fortalece o dulcifica el alma, / no crea nada y nada lo destruye».  Otra cosa diferente es que la belleza pueda ser un recurso para distraer o sobrellevar el dolor. 

¿Qué se necesita para sobreponerse al dolor?

Uf. Mucho tiempo, paciencia y un motivo en el que creer para querer seguir adelante, si es que es posible sobreponerse al dolor. 

Pienso en ese verso de María García Zambrano, «el breve párpado de la alegría». ¿Hay alegría en el dolor, alivio, esperanza?

No, el dolor es dolor. Es una mierda que puede hacer que nos pudramos hasta el fondo. Nadie puede sentirse alegre cuando el dolor lo devora. Por otro lado, la alegría o la esperanza, si creemos en ellas y somos capaces de sentirlas, pueden ayudar a sobrellevarlo. Yo, por ejemplo, creo en la belleza. Mi refugio frente al dolor es la belleza de las pequeñas cosas o el arte y el vínculo de luz que establecemos con las personas que conforman nuestro universo. 

«Todos lloramos a alguien» escribe Pilar Adón. ¿Cuánto de los otros habita en cada uno de nosotros?

En mi opinión, mucho. Quizás demasiado. Para bien y para mal. A menudo nos sorprendemos actuando como lo harían ellos, pronunciando sus propias palabras o, incluso, hacemos que nuestra casa se inunde de sus cosas para no sentirlos tan lejos.  

A la muerte, ¿cómo se la encara?

Mirándola de frente, en soledad, muertos de frío y rodeados de blanco, y aferrándonos a una canción. Al menos, así es como la he afrontado yo.