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Soler

6 Oct 2016

El poeta Rafael Soler presenta su poemario ‘No eres nadie hasta que te disparan’

Cuando la poesía se vuelve película

Esther Peñas / Madrid

‘No eres nadie hasta que te disparan’ (Vitruvio). Con este turbador título, que apela directamente al lector antes de entrar a faenar con los versos que lo componen, Rafael Soler (Valencia, 1947) propone un poemario intenso, con tintes de suspense. Suspense, sí, porque tiene trama. Y argumento. Escenas, diálogos soterrados. Silencios. Fundido en negro. Digamos que es una historia hecha poema. O un poema con cuerpo cinematográfico.

‘No eres nadie hasta que te disparan’ (Vitruvio). Con este turbador título, que apela directamente al lector antes de entrar a faenar con los versos que lo componen, Rafael Soler (Valencia, 1947) propone un poemario intenso, con tintes de suspense. Suspense, sí, porque tiene trama. Y argumento. Escenas, diálogos soterrados. Silencios. Fundido en negro. Digamos que es una película hecha poema. O un poema con cuerpo de celuloide.

Los personajes Elvira, Martín, Abel. Ella, con voz ronca, tierna a media asta, fatal por ocasiones: “un punto de fuga/ es la manera de poner en perspectiva/ los pechos simbólicos del sueño/ allí donde una glándula feliz/ hizo del coita soledad”. Por poner un rostro, acaso el de Bacall. Ella, Elvira (“recuérdame te pido qué pasó luego/ si por luego entendemos nuestro ahora”).

Martín, de cuerpo presente, manteniendo el tipo más allá del martes a las diez de la mañana en que lo perdió todo. Salvo a él mismo, que sigue lúcido (“pocos calzan guantes color sepia para servir el postre/ pocos llevan en su lista de la compra/ un nombre como el mío”). Martín que cae, que muere con el abrigo enfundado y sin nicotina que aspirar (“no es fácil fumar si no llevas tabaco/ y has perdido con la razón el habla/ con la paciencia el don de incorporarte/ con la prisas tu futuro). Martín, socarrón hasta los puntos de sutura que dejan rastro de su autopsia.

Después, Abel, que también tiene su Caín, como recuerda el poeta, traído a narrador: “Todo Caín tiene su Abel/ todo encargo su anticipo/ toda víctima un decálogo incompleto/ toda bala un mea culpa”. Se hace querible, este asesino que “mastica del duelo las espinas”. Abel tan entrañable de forma y fondo por momentos: “Para hacerse cargo y no del Universo/ tuvo usted una madre lejana sustantiva/ un cordel de sangre un coite frugal/ una colmena”.

“Hay media centésima/ del pánico al infierno” y el lector es cómplice de este plano secuencia inmenso en sus posibles. Dos partes antes de las tres letras postreras. ‘El cine, en el cine’, donde se recaban más pistas y más pruebas (cuaderno de rodaje incluido) y ‘Epílogo y no’, tan a lo Gil de Biedma en ese empiece memorable (“Y qué buscas tú pelma insolente”).

Soler por completo, el poemario. Soler auténtico desde que embrida el verso hasta la tinta. Soler tan acanallado, y tan honesto. Tan desnudo. Tan descarnado. Tan madrastro. Tan con calcetines rojos. Siempre. Y, como siempre del mismo modo pero en distinto, dejando bala de poema en los labios de quien lee. Que no es poco.

Rafael Soler recitará sus versos en el Centro Cultural Paco Rabal el próximo jueves, 13 de octubre, a las 20 horas.