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Morcillo

Entrevista

21 Abr 2021

José Juan Morcillo, profesor y escritor

«Durante el confinamiento, el tiempo dejó de ser mecánico y se volvió dúctil»

Esther Peñas / Madrid

Diario de un confinado y otras estampas (Chamán) es un cuaderno de bitácora que mantiene a flote a quien lo escribe, José Juan Morcillo (Albacete, 1969). Cada día, una columna periodística en la que abrir una hendidura por la que respirar. Una mirada sin tropiezo, un vuelo de espíritu. Se sacia el hambre, se calma la sed con estas estampas.

¿Cuándo comienza a tomar forma la idea de publicar este diario, primero como columnas de opinión, después como libro?

Semanalmente publico una columna de opinión en La Tribuna de Albacete. Cuando comenzó el confinamiento, fui consciente de que desgraciadamente estábamos viviendo un momento histórico. Decidí escribir mis columnas como un diario, para que quedasen como un testimonio de lo vivido y padecido.

Conforme se iban publicando en el periódico, escritores y amigos me fueron animando a que uniese todas las columnas y las publicase en un libro. JM Nieto, humorista gráfico del ABC, aceptó la idea de ilustrarlo. Tuve una oferta de una editorial cántabra, pero al final me decanté por Chamán por su calidad y porque quise impulsar la actividad cultural y literaria de mi ciudad natal: Albacete.

Nunca había publicado nada literario; solo trabajos científicos y de investigación. Creo que la literatura es un acto de solidaridad en la que el autor comparte una chispa de creación con la sociedad a la que pertenece; por ello, decidí donar íntegramente mis derechos de autor de esta primera tirada a Afanión (Asociación de Familias de Niños con Cáncer), de la que soy socio.

¿Cuál fue el ritmo del confinamiento?

Muy atípico, sin duda. Notábamos que no existían los horarios, que nuestros biorritmos se habían acostumbrado al día y a la noche. El tiempo dejó de ser mecánico y se volvió dúctil: a veces ligero y galopante, a veces pesado y lento.

¿Cómo cambia la manera de mirar cuando uno está encerrado?

Se aprende a mirar con los ojos del espíritu para evitar ver con los ojos corporales, que son muy engañosos. Unamuno escribió: «Cierro los ojos para ver». En esta contemplación alcanzamos la verdadera realidad, alejada de la otra que estuvimos padeciendo todos los días del confinamiento. Es una forma de mirar muy quijotesca, sin duda; así deberíamos hacer todos. El mundo sería un lugar mucho más amable si aprendiésemos a mirar más humanitariamente.

¿Cuál fue en su caso el reloj que midió el tiempo confinado?

El tiempo emocional. Como he comentado antes, el tiempo mecánico, el que marca los relojes, dejó de existir. Dalí derretía los relojes. El tiempo emocional, en cambio, nos acerca mucho más a la Naturaleza, que es a donde realmente pertenecemos. ¿Acaso el resto de los seres vivos marcan su existencia por el latido mecánico de un reloj?

¿Por qué desconectar y descansar es lo mismo? ¿Qué hace falta para poder desconectar (verbo que aparece muy frecuentemente en sus textos, cuando va a la playa, cuando deambula por las calles)?

Desconexión equivale a aislamiento de la realidad y a dialogar con uno mismo. Cuando esto se consigue, uno empieza a saber a qué sabe la paz, el sosiego y el descanso emocional. Pasear es un ejercicio físico y emocional indispensable.

Si tuviera que resumir este diario en una palabra, ¿cuál sería?

Silencio.

¿Un diario que va a hacerse público no es un poco tramposo?

El diario es un género literario poco habitual y poco leído a pesar de que hay grandes obras literarias escritas como tal, como diario. Gracias a él, el lector viaja más íntimamente con el autor porque este, en un acto confesional y testimonial, desea compartir sus experiencias, sus vivencias y sus emociones. Esta es la razón de que el diario esté tan cerca de la prosa poética.

¿Han acusado las ciudades el encierro?

Al comienzo del confinamiento, sí: todo era silencio y la contaminación atmosférica casi desapareció. Aquello fue una lección que no aprendimos. Un año después del confinamiento, cuando paseas por las calles de las ciudades, da la sensación de que no ha pasado nada, de que todo sigue igual, excepto que todos vamos con mascarilla.

¿Qué opina de ese mantra de que «saldremos mejores de esto»?

Saldremos distintos; espero que mejores. Nunca hay que perder la perspectiva de que el ser humano es capaz de lo más extraordinario y de que otro mundo mejor es posible; de lo contrario, si perdemos esto, nos hundiríamos en un abismo de desesperación y de destrucción.

De entre todas las entradas de este diario, ¿por cuál siente debilidad?

Son varias: las horas interminables leyendo y escribiendo, los momentos en que contemplaba el mar y las aves, el día en que los niños salieron por primera vez de sus casas, el momento en que tuve que poner el punto final al diario.

¿Qué libros le acompañaron durante el confinamiento?

Aproveché el confinamiento para avanzar en una investigación sobre el Lazarillo que ya tengo concluida y registrada. Leí, por ello, varios ensayos filológicos e históricos, pero siempre dejé espacio para la literatura. Me apasiona la relectura de obras maestras y de clásicos: regresar a La Regenta fue una experiencia gratificante; Años y leguas, de Miró, me ayudó a huir de la ansiedad del confinamiento; Umbral es mi compañero inseparable; releí también a Delibes, a Azorín y a Ignacio Aldecoa.