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Herrera

Entrevista

30 Oct 2018

José María Herrera, escritor y crítico de Arte

“La pura belleza es como la nada: una idea sin contenido, un delirio místico, una abstracción”

Esther Peñas / Madrid

‘Los archivos de Alvise Contarini’ (Libros FronteraD) es un texto que derrocha belleza. En cada una de sus páginas estalla la voluptuosidad, la decadencia (como sugerencia de la promesa que hubo), lo sensual y el ritmo marcadamente musical de la voz narrativa, que acompasa su propósito de acercarnos a la fascinante y enigmática figura protagonista, Contarini, con el deseo de hacernos sentir –siquiera por un instante infinito- la intensidad de una ciudad como Venecia. Su autor, José María Herrera, nos dispone un manglar fascinante en el que habitar algunos nombres (Monteverdi, Albinoni, Tiziano, Carlos V…) y tantos pasajes de la historia que suscitan el recogimiento de la lumbre.

Cuando uno termina de leer el libro, se le queda la sensación de que hay dos clases de ciudades, Venecia y el resto. ¿De dónde surge este amor de un malacitano por la ciudad lagunar?

De la música. En algún momento descubrí que mis músicos favoritos (Cavalli, Stefani, Caldara, Marcello, Vivaldi, Albinoni, Galuppi) eran venecianos. Fue un hallazgo sorprendente porque todos ellos comparten un estilo, una manera de estar en el mundo, de expresar los problemas de la existencia. Luego reparé en que lo mismo ocurría en otros ordenes, por ejemplo la pintura. Desde Bellini a los hijos de Tiepolo. Cuando quise conocer físicamente la ciudad, y Venecia es más que una ciudad, es una cultura, una “civiltà” milenaria, estaba ya poseído por ella. 

Alvise Contarini es un tipo culto, exquisito (en formas, en alma), poco proclive a los cenáculos… de una elegancia existencial. ¿Qué es lo que más le fascina a usted de él?

Su sentido del tacto. Esta es hoy una virtud extraña. Mucha gente ni siquiera sabe en qué consiste. La confunden con la cortesía. ¿Ha visto Besos robados, la película de Truffaut? Allí se explica muy bien la diferencia. Un caballero abre la puerta de un baño y descubre a una mujer desnuda. Cierra rápidamente la puerta y dice: “¡Perdón, señora!”. Esto es cortesía. Si hubiera dicho “¡Perdón, señor!’, eso sería tacto. 

¿El único modo de conocer a alguien es acercarnos a él de manera fragmentaria, como propone el libro?

No hay otra forma de conocimiento. La existencia de un narrador omnisciente  (idea moderna en la que pervive la nostalgia del Dios que todo lo sabe) es un mito. 

¿Qué importancia tienen los testigos, en general, para preservar la historia, para que, por ejemplo, Alvise Contarini no se convierta en una Barbara Strozzi, para que se sobreviva al tiempo y sus veleidades?

La misma que tenían los hermeneutas del Oráculo de Delfos. La Pitia emitía en estado de embriaguez la respuesta de los dioses a las preguntas de quienes acudían al templo para saber qué les reservaba el destino y los hermeneutas la traducían al lenguaje de los mortales, aunque estos sólo llegaban a entenderlas correctamente si obedecían el mandato que colgaba a las puertas del santuario: “gnosi eauton”, conócete a ti mismo.  

“Venecia no era el lugar más hermoso del mundo, era otro mundo”. ¿Conserva esa distinción?

Mejor que mi respuesta, necesariamente retórica, pruebe a sentarse una noche de invierno en la escalinata de Santa Maria della Salute, sola, sin otra compañía que la Luna, y preste atención al agua que golpea los peldaños de mármol de  los palacios intentando no sé si desgastarlos o llevar hasta ellos las algas que se mecen en el fondo.

Para Contarini, las fuentes secundarias se convertían en su especialidad. El narrador también recurre a ellas, de un modo u otro, para recomponer la historia del propio Alvise. ¿Qué nos muestras las fuentes secundarias que no encontraremos nunca en las originales?

Yo he aprendido de Contarini una cosa muy importante, y es que tratándose de la vida humana, de la historia humana, la distancia más corta entre dos puntos nunca es la línea recta.

El libro es un torrente de sinestesias, de datos, de historias, de matices… ¿Hay belleza sin voluptuosidad?

No, claro que no. La pura belleza es como la nada: una idea sin contenido, un delirio místico, una abstracción.

“Existe una gran diferencias entre poseer las cosas y comprenderlas”. ¿Qué le costaría más a Alvise, vivir fuera de Venecia o vivir en esta época en la que ‘uno es lo que tiene’?

Vivir siempre cuesta, pero sobre todo cuesta vivir mal, no saber vivir. Un tipo como Contarini seguramente se las arreglaría en cualquier circunstancia. A fin de cuentas donde uno vive siempre es en sí mismo.

“Si uno descubre el secreto de la esfinge luego es su propia vida la que se convierte en un misterio”. ¿Nos cuesta convivir con el misterio?

Nos cuesta, claro que nos cuesta, pero me temo que únicamente hay un modo de salir del laberinto: habitarlo.

¿Cuánto hay de José María en Contarini? 

Más de lo que me gustaría. La falta de información me obligó a veces a ser un poco imaginativo. Pero espero que los lectores sepan separar lo auténtico de lo fantástico.

José María Herrera mantendrá un encuentro con los lectores este viernes, 26 de octubre, a las 19 horas, en la librería Enclave (calle de Relatores, 16, metro Tirso de Molina), dentro del ciclo ‘Librerando’, organizado por Librerantes.