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Ada Soriano

Entrevista

16 Nov 2023

Ada Soriano, poeta

«Merece la alegría el precio que se paga por el riesgo que supone el vuelo»

Esther Peñas / Madrid

Ada Soriano (Orihuela, 1963) nos acostumbra con sus poemarios a la delicadeza de quien recibe la vida sin condiciones, sin la quimérica insensatez de tratar de esquivar sus territorios más inhóspitos, menos reconfortantes. Toda vivencia es nutritiva y, por tanto, susceptible de ser tejida con hilo de enseñanza. Esto mismo ocurre en su último libro, Línea continua (Ars Poética). 

Si me permites el juego de palabras, ¿qué une una línea continua?

Podría decirte, Esther, que une tiempos y espacios, que nos liga a nuestros predecesores y a los que están por llegar. La vida nos va poniendo obstáculos y nos recuerda constantemente que somos mortales. Vida y muerte siempre enlazadas, la línea las une de manera irremediable. Por ese motivo doy cuenta de «la línea continua y discontinua, / el bordillo de la acera y sus estrías».

La vigilia, ¿de qué nos previene en la noche, de qué salva?

La vigilia es un estado de alerta que bien podría prevenirnos y salvarnos si estamos lo suficientemente serenos. En ese estado en el que somos conscientes —el que precede al sueño profundo— somos capaces de soñar despiertos, es decir, de imaginar, fantasear… Si creamos situaciones alegres o reconfortantes, quizá podríamos hablar de prevención y curación. Pero ante las preocupaciones e incertidumbres que nos asaltan, atemoriza y entristece. La vigilia, por tanto, posee esa dualidad.

¿Cómo socavar «la materia del miedo»?

Ah, sí, buena pregunta. De prevención y curación hablábamos. Cierto es que «Si me despisto/ un muro se alza/ con su materia de miedo». Pero no siempre se está al tanto. Tres veces en mi vida, si mal no recuerdo, he tocado fondo, he quedado atrapada en una tela de araña, en un miedo irracional. Y me he visto no ya excavando para encontrarme de nuevo, nuevamente animada y recompuesta, sino dinamitando para que ese muro que no me permite ser parte del mundo se derrumbe y pueda así apreciar todo el esplendor de la luz.

¿Qué cabe en «la altura de un año de vida»?

Continuamos con los entresijos del sueño. Alguna vez he escrito poemas que parten de sueños profundos y también de ensoñaciones. Esto que digo se puede apreciar, por poner un ejemplo, en una de las secuencias de Línea continua. Ocurrió que un caballo pasó muy cerca de mí. Y todo aconteció en el conocido «bosque de columnas» que se hallaba en ese momento en el centro de mi salón. Mi mente me jugó una pasada porque vi —sentí— a un jinete montado en su yegua, realizando velozmente su recorrido bajo aquellos arcos, los 365 arcos bicolores, los días de los que se abastece un año. Y es que existen recepciones oníricas cargadas de emociones muy fuertes que suceden con frecuencia en mis horas de ensoñación, sean diurnas o nocturnas. Aquella fue una experiencia intensa. Hay que ver todo lo que da de sí la poesía y sus aproximaciones, la cabida que tiene en la altura de un año de vida.

Si la vida «late al ritmo/ de la impecable inclinación/ de un hombre en su góndola», ¿al ritmo de qué late el poema?

El poema late al ritmo del corazón y de la razón. «Late como un tambor tembloroso». La pulsión de mi mecedora, esa inclinación constante hacia delante y hacia atrás, también crea una musicalidad que tiene un efecto rítmico, con sus latidos de alegría y de aflicción.

Cubierta del libro 'Línea continua'«Entre la realidad y el sueño» ¿es el terreno en el que transcurre la poesía?

Estoy completamente segura de que la poesía acapara todos los terrenos. ¿Cómo no debatirse entre la realidad y el sueño si la poesía está siempre ahí, acechando, incluso en los estados de sueño o duermevela? Los sueños, que tienen tanto que ver con lo que nos acontece cuando estamos despiertos… A la poesía le da igual tanto si dormimos más o dormimos menos.

¿Qué disposición de ánimo se requiere para afrontar una encrucijada?

Pienso que se requiere una buena disposición psíquica para que podamos pensar y actuar de manera conveniente, porque a lo largo de la vida varias encrucijadas nos salen al paso y nos ponen a prueba. A menudo nos debatimos entre «por aquí» o «por allí». Vida y poesía es un continuo aprendizaje.

¿Merece la alegría el precio que se paga por el riesgo del vuelo?

Me preguntas por el riesgo. Penas y alegrías se dan cita en nuestra trayectoria vital. Centrándome en el acontecimiento poético, eso ya es cosa seria. Cuando surge la necesidad, cuando siento esa «nube preñada de palabras» -qué bueno Octavio Paz-, ya no hay remedio. La elevación es total, no solo de la mente sino de todo el cuerpo. Sí, merece la alegría el precio que se paga por el riesgo que supone el vuelo, siempre y cuando el respeto a lo sagrado acompañe al vuelo.

¿Qué cosas en la vida procuran «una locura insaciable»?

Las que no dominamos.

¿Cómo distinguir la auténtica generosidad que propones en tu poemario del buenismo tan en boga en nuestros días, tan de mostrarse y sacar rédito?

Yo diría que observando con atención. Aun así, cuesta distinguir porque hay que ver lo delgada que es la línea que separa la generosidad, cualidad que se agradece, del buenismo, esa bondad engañosa tan en boga en nuestros días, tan de mostrarse y sacar rédito, como bien dices. Si te soy sincera, no me caliento la cabeza con estas minucias porque estoy con quienes quedan más satisfechos cuando comparten que cuando compiten.