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Amparo Arróspide

Entrevista

24 Feb 2020

Amparo Arróspide, poeta

“El poeta se mueve entre lo poco audible”

Esther Peñas / Madrid

Un poemario audaz, por momento insolente, arriesgado, fabuloso. Valle Tiétar (El sastre de Apollinaire), de Amparo Arróspide (Buenos Aires, 1954) es un compendio de topografía, historia, lingüística, folclore de la zona, un devenir, en la pureza imaginada de la síntesis, de esta región abulense. El especio también es visual, y contiene proyección de futuro. Sin ser un poemario fácil, uno se adentra con el zurrón del viaje preparado para recoger los frutos de la travesía. Y se llega (¿dónde? A la médula de este compendio imposible –por ello auténtico- de este valle).  

“¿Acaso no somos todos extranjeros?”. ¿Qué concede esa extranjería?

Todo recién nacido es un extranjero, un forastero en un nuevo paisaje y un nuevo mundo. Frente al extranjero, al emigrante, se alzan la ley y el idioma, sus usos y costumbres. En el Valle del Tiétar hay una gran población emigrante.

El poeta ¿se mueve en el entre, entre lo visible y lo invisible”?

Más que ver, sería adivinar lo oculto a simple vista, lo inexpresado. También lo poco audible, lo sepultado por el ruido mediático.

¿Cómo es ese lugar, la “memoria literaria”?

La memoria de los textos literarios en la mente y el cuerpo de la poeta. Ella quiere volver al habla, a la “baja estofa”, para decir lo que no tiene nombre; intenta transitar por caminos no refrendados por la aureola de alta literatura. 

¿Qué se pierden los poetas que al escribir no escuchan el ruido del lápiz sobre el papel? 

Valle Tiétar transcurre en un futuro próximo donde se han agotado los recursos naturales: no hay papel y ni siquiera escritura, se ha olvidado. Conozco a poetas que escriben directamente sobre papel, se siente más el propio cuerpo, o la relación entre escritura, respiración, latido; yo escribo sobre papel multitud de esquemas y fragmentos de poemas que luego traslado y desarrollo en el ordenador.

En el poemario hay bastantes juegos (descomposición de palabras, malabarismos, uso de espacio…), ¿cuánto de lúdico tiene la poesía? 

Muchísimo. Todo juego tiene sus normas, sus límites autoimpuestos. Los poetas que más me interesan crean o experimentan en sus propias reglas, gramaticales, ortográficas, sintácticas, tipográficas. 

“He olvidado habérseme olvidado”. ¿Qué olvida, por lo general, un poeta? 

El verso puede leerse como “he olvidado mi desmemoria”. Creo que no olvidamos nada, al contrario, se escribe desde la memoria, también la inconsciente.

“Nada de lo que se hace a ciegas es/ inútil”. ¿Para qué sirve lo inútil?

“Nada de lo que se hace a ciegas/ es inútil para ver”: es una cita de Chantal Maillard en Hainuwele y otros poemas. Hay luz en la oscuridad. ¿Qué utilidad hay en la lectura/escritura de poesía? 

Entre el hacer y el decir, ¿qué media?

La poesía es un hecho del lenguaje, sin esa distancia que anuncia el refrán “del dicho al hecho hay mucho trecho”.

¿Es posible una poesía desde fuera del capitalismo?

Según Sergio Raimondi, “una poesía desde fuera del capitalismo aquí y ahora es para extraterrestres”. Sin compartir a ciegas la afirmación, recojo la cita en un poema donde tiene sentido que la digan, al tintinear sus cencerros, un rebaño de vacas destinadas al consumo y al matadero.