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Antonio del Barrio

Entrevista

23 Oct 2023

Antonio del Barrio, poeta

«La vida como proceso no sabe diferenciar cuándo un estado nace del dolor o cuándo nace de la alegría, lo hace el alma»

Esther Peñas / Madrid

Pinceles y rimas, para rosas y espinas (Poesía eres tú) es un poemario con ecos de enseñanza de los maestros, una presencia de paisajes y afectos, una mirada no melancólica de lo vivido. Una acción de gracias que conjuga versos y dibujos en un diálogo fecundo. Su autor, Antonio del Barrio, nos explica con detalle algunas de estas cuestiones. 

¿De qué modo influye el lugar (Otero de Herreros, Segovia y Madrid) en los poemas?

Los lugares donde he vivido tienen gran influencia en mi poesía porque, de alguna manera, el medio donde habitas va modelando tu personalidad, en la medida que sientes la necesidad de adaptarte al entorno en que geográficamente están tu casa y tus vivencias.

En Otero de Herreros pasé toda mi infancia, mi adolescencia y parte de mi juventud hasta que, a los diecisiete años, marché a Madrid, con mi maleta y mis ilusiones. Evidentemente, tengo que plasmar también aquí el orgullo de sentirme de este pueblo, y de que pueda poner mi grano de arena para que su nombre llegue lejos y bien considerado, como ya lo hago al comenzar el libro.

Este periplo en Otero estuvo también impregnado de Segovia, la capital de la provincia, donde nací un 30 de noviembre de 1956, y donde hice el bachiller; evidentemente, esas vivencias estudiantiles, en las que uno alternaba los libros con las rutas de bohemia de la ciudad del acueducto, calaron hondo en mí, y fueron el comienzo de mi sentir literario, de que debía plasmar en papel, mis sensaciones, mis emociones.

Después, Madrid hizo el resto, su casco viejo, sus bares y cafés impregnados de romanticismo, de pianos, de poemas, acabaron de modelar mi personalidad de poeta y lo que trasmito en mis versos me nace del corazón, de ese corazón que se fraguó paso a paso, día a día, en los sitios donde habité. Además, cuando escribo mi libro, ya en la madurez, la estabilidad emocional que me dan mi esposa, mis hijos y mis nietas es fundamental para llegar a escribirlo en toda su dimensión.

Como punto álgido de lo que me da Madrid en mi camino por las letras, no puedo dejar de mencionar mi editorial, ‘Poesía eres tú’, y mi editor Javier Pérez de Ayala, que aun siendo yo un autor desconocido, ha apostado por mí; diría que Madrid ha premiado mi esfuerzo siendo aceptado por una editorial importante. 

Pero, con independencia de que el dónde y el cuándo ayuden a definir cómo es cada uno, no hay que olvidar que la educación recibida es el primer germen que modela al individuo, y ahí tengo que decir que, desde el seno familiar, se me educó en valores: el respeto, el afecto, el cariño, la sensibilidad, la ternura, la comprensión, la humildad, la lucha y el sacrificio entre otros, fueron mis compañeros de viaje en aquella etapa y lo siguen siendo, y eso se lo debo a mis padres. Evidentemente todo ello te marca el camino a seguir, después el medio geográfico y el entorno ayudan a dar los matices a tu personalidad.  

¿Hay rosas sin espinas?

Debería de haber rosas sin espinas, eso sería lo justo, pero quizá el sabor de la felicidad en los momentos de alegría, sin antes haber tenido un camino de lucha o espinas para conseguir las flores, no estaría completo. El triunfo requiere esfuerzo, caídas, experiencia, y cuando digo triunfo, me estoy refiriendo a la satisfacción plena por lo conseguido, al tiempo que sin sacrificio, no podemos poner en valor las victorias.

¿Qué aprende uno de las espinas?

Como expreso con rotundidad en mi poema “El triunfo”: «no hay triunfo verdadero, sin el fracaso primero y por él empezaré». En el fracaso, en las espinas, uno aprende a levantarse una y cien veces y, si de ello hacemos ciencia, lo llamamos experiencia y esta «bella dama» es la necesaria para casar con el «triunfo», si no, éste será frágil y durará poco.

¿Por qué se escribe?

Se escribe porque uno siente la necesidad de trasmitir a los demás la realidad que vive por dentro y su visión de las cosas y del mundo, con el convencimiento de que esa transmisión de su yo interno al otro será positiva para los demás. También se escribe para que el pensamiento interior se convierta en cultura, porque si no se expresa, sería como si estuviera secuestrado, y por tanto estaríamos negando el aprendizaje a aquellos que lo necesitan. Una sociedad libre requiere de la cultura para su desarrollo, y un individuo con sabiduría jamás podrá ser secuestrado por la tiranía.

En su poesía hay un aroma de clasicismo, sobre todo por la rima y la huella del romance. ¿Qué autores le inspiran, le acompañan?

Quizá por mi edad, nuestra generación aprendió a amar la rima y a hacer con ella caminos y huellas del pensamiento, en aquellos años donde lo clásico del verso, era lo versado. De ahí mi estilo clásico, en mi ruta hacia el romance. Sin tener una pretensión directa, diré que en mi libro se atisba una cercanía en el fondo, a unos clásicos más que a otros.
Se podría decir que cuando mi verso toca temas profundos del ser humano, o cuando reivindico libertad en contraposición a la opresión, me estoy acercando a Miguel Hernández. En otras ocasiones, cuando apelo al sentido común y a lo bello del paisaje de la vida, estaría mas cerca de Antonio Machado. Y, por último, cuando mis vocablos juegan con el amor, con la impotencia de su dolor, o retratan al poeta, me acerco mucho más a Bécquer; además, ambos tenemos en común nuestro amor por la pintura, yo lo plasmo también en el libro a través de mis bocetos.
Evidentemente, cuando hablo de estos clásicos, lo hago con la humildad y el respeto debido hacia unos autores ya consagrados, que forman parte de un estatus elevado en nuestra literatura, y mi mirada hacia ellos es la de una persona que comienza su andadura literaria lleno de admiración a esos maestros.

¿Cómo surge aquellos temas sobre los que hablar en el poema?

Los distintos temas que dan cuerpo a mis poemas, nacen de dos cosas. La primera, plantearme escribir mi libro en una edad tardía, la edad de jubilación, eso me lleva a preguntarme cuál es mi mejor bagaje moral con mis años. La respuesta es clara, mi vida, la vivida hasta ese momento, que aún siendo incompleta porque le falta un final, pero sí es lo suficientemente prolongada como para hablar de ella con conocimiento, con experiencia y con matices.
La segunda, trasmitir esa experiencia a la gente, con el fin de aportarles algo que les pueda ayudar a hacer su camino más liviano y llevadero posible, y ese bagaje moral que se llama vida es un camino difícil, con momentos buenos y felices (rosas) y con momentos malos y difíciles (espinas).

¿Por qué decidió acompañar los versos con dibujos, de qué manera dialogan?

Decidí darles un valor añadido a los poemas, y qué mejor complemento que poner en imagen, lo que dicen las palabras, ayuda aún más a comprender el mensaje de los versos. Para ello, no había mejor banco ‘fotográfico’ que los lienzos de maestros inmortales de la pintura, y en especial aquellos de sus cuadros que tuvieran un vínculo o referencia directa con el tema del poema, de ahí el título: ‘Pinceles y rimas, para rosas y espinas’.
Como ejemplo: “La vida” la ilustré con el boceto de la ‘Creación de Adán’, de Miguel Ángel; “El triunfo” con ‘Las Meninas’, de Velázquez; “El dolor”, mediante el cuadro ‘Madre con niño enfermo’, de Picasso.
La imagen dialoga con el verso, poniendo rostro a través del boceto a lo que dicen las palabras.

¿Qué es para Antonio la belleza, de la que habla en sus poemas?

La belleza para mí es una transmisión del alma al cuerpo, a través de los sentidos, no se puede entender la belleza corporal sin la que dimana del alma. Entiendo que la naturaleza también engendra belleza, y considero que, de alguna manera, también esta provista de alma.

La belleza no es solo corporal, es emoción, es sentimiento, es alegría, es pasión, es ternura, es cariño, nace del dolor cuando amamos el alma de alguien que se fue, es comprensión, es lealtad, en una palabra, la belleza no tiene rostro físico la mayor parte de las veces, su contexto es inmaterial, y cuando la belleza anida en el cuerpo, o en un bien o estado físico, ocurre porque el alma lo trasmite al cuerpo, o porque el alma que engendra lo material estaba en estado de gracia.

¿Cuándo se escribe desde el dolor y cuándo desde la dicha?

La vida como proceso no sabe diferenciar cuándo un estado nace del dolor o cuándo nace de la alegría, pero el alma sí lo hace y es presa de sus emociones, que suceden cuando algo que perciben nuestros sentidos nos encoge el corazón o nos lo hace explotar de felicidad. 

Entonces, cuando el alma nos envía la señal de una rosa, plasmaremos en sus letras la dicha y si por el contrario desde dentro nos llega un indicio de tristeza, lo que llega al papel es el dolor.