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García Torrego

Entrevista

2 Feb 2024

Jorge García Torrego, poeta

«Vamos hacia el misterio pero no podemos evitar el dolor»

Esther Peñas / Madrid

mortal (Lastura), en minúscula, como el tránsito al que se dirige el título, es el último poemario de Jorge García Torrego (Madrid, 1986), en el que explora el destino hacia el que camina el hombre, su muerte, a través del regalo de la vida. Como en Kavafis, el camino a Ítaca, el cómo se transita la ruta, la manera de habitar el mundo es lo que sostiene este poemario alejado de la resignación apesadumbrada, la angustia comprensible ante el fin, la ira por la pérdida de la dignidad al devenir en cadáver. García Torrego, por momentos reflexivos, por momentos lúdico, hace de la presencia presagio de alegría.  

¿Cuál es la bendición y el recargo de ser «mortal»?

Creo que la autoconsciencia de nuestra propia muerte es un cóctel dulce y amargo, bendito y maldito. A diferencia de otros animales (no me atrevo a decir «todos los animales», nos queda muchísimo por conocer de su concepción del, de su espacio y de su muerte) el humano también vive en el pasado y en el futuro, y esta agilidad hace que podamos aprovechar la sabiduría y conocimiento pasado, que tengamos conciencia para dejar una herencia provechosa para aquellos que están por venir; pero también la conciencia de pasado y futuro nos pueden aplastar y volver seres débiles, paralizados y miedosos. Es complicado mantener el equilibrio.   

«(…)un cuerpo cuyo sudario es este papel mojado»… comienza el libro con una reivindicación del cuerpo, de la fisicidad, en un momento en el que las nuevas tecnologías precisamente lo escamotean. ¿Qué perdemos si el cuerpo pierde presencia?

La esencia de la humanidad. El ser humano sigue siendo un animal y, como tal, está atado a un lugar y a un tiempo, no podemos evitar ser cuerpo y tiempo. Sin embargo, las nuevas tecnologías nos ofrecen ubicuidad y una especie de eternidad defectuosa, pero el cuerpo es uno, envejece, se vuelve más naturaleza con el tiempo, o una configuración diferente, y elijo ese camino de ser consciente con él, con su presencia en el mundo, con su combinación irrepetible. 
No quiero huir ni de mi tiempo ni de mi espacio, por eso me quedo en el cuerpo (o lo intento, al menos) y procuro descifrar sus preguntas.    

«Un cuerpo sin voluntad no es un cuerpo/ es una pausa». ¿De qué lado ha de quedar el deseo para prender la voluntad?

La voluntad, me parece, es lo contrario al deseo. El deseo es un fogonazo, dulce, magnético, pero la voluntad es una corriente, un presagio que, en el fondo, sabemos que no podemos dejar pasar. Por eso, mejor apartar el deseo, no dejarlo a la vista, para poder ver con más facilidad por dónde sigue su curso la voluntad, que nos vuelve realmente dichosos. 

¿Cómo saber que dos cuerpos «empastan bien»?

Jajaja, me temo que esto es una cuestión de prueba y error. No hay mapas ni proyectos, es una cuestión de medirse las pieles y las temperaturas in situ. Y si no, tendremos que seguir probando. 

Si «el cuerpo es un camino», ¿qué puede encontrar uno al recorrerlo?

Es un camino que dirige siempre a otros caminos, que son los cuerpos de los otros. El cuerpo, para mí, es un mecanismo de exploración hacia dentro y hacia fuera: hacia dentro es un artilugio que nos pregunta y responde, sujeta la mente, esa papilla del pensar, y siempre nos chocamos con él o lo disfrutamos. Hacia fuera somos principalmente espacio físico y encuentro con los otros cuerpos. 
Eso sí, veo el cuerpo como un trampolín para el encuentro mental y fraternal con los otros: por los mismos daños, por los mismos deleites y por la misma muerte, claro.  

Cubierta de mortal¿De qué modo «lo perdido» y «lo no dicho» se manifiestan, habitan el poema?

Gracias por esta pregunta, especialmente. También por las demás, tan inteligentes y curiosas. Pero en esta concreta me gustaría hablar de lo perdido, ya que toda escritura, todo levantamiento de un mundo deja inevitablemente una sombra, una arruga. En este sentido, tengo siempre presente la visión de Benjamin y Brecht (en aquel poema «Preguntas de un obrero que lee») y la historia, una historia en la que no solo figuran los ganadores (en este caso las palabras elegidas para los poemas) sino todo lo no dicho. Por eso, en mis poemas hay una selección, claro, pero siento que todas las palabras acompañan por debajo al poema, no lo dejan solo, el acto positivo de escribir poesía lo imagino enciclopédico, por la luz (oculta) y la sombra (mostrada).  

«¿Qué hemos hecho con el tiempo?» Le pregunto: ¿cuál es el tiempo del poema?

El tiempo del poema es una sala en el pasado donde el poeta que fuiste espera a ver si, quizá, un lector futuro entra para charlar un rato. Por lo tanto, si tuviera que responder de manera exacta a la pregunta, diría que el tiempo del poema es un presente múltiple e infinito. 

Si la «épica no es necesaria para hundir a un hombre», ¿qué lo es?

La desesperanza. 

¿Eso es la poesía, «una lágrima de aceite bendiciendo un pan»?

Sí, pero un pan compartido y repartido entre todos. Quizá me quedó un poco apostólica romana esa imagen del pan bendecido, pero ya es hora de arrebatar la totalidad de lo sagrado a las grandes religiones. Lo necesitamos. ¡A por la conquista del pan! (con aceite, si puede ser). 

¿Qué sucede cuando «la memoria ha hecho metástasis»?

Que no somos puramente nosotros, lo que fuimos, lo que quisimos ser y pasamos a ser nosotros + la memoria querida + lo que quisiste olvidar, que se agarra fuerte y ya es parte de ti. Es inevitable la metástasis de la memoria, así es el proceso de renovación de nuestras «células memorísticas».  

¿Cómo saber que la vivida ha sido una buena vida?

Lo que hago, que no sé si a todo el mundo le puede servir, es hablar con el que fui y averiguar si he ido cumpliendo anhelos. Si la respuesta es más o menos positiva, puedo pensar que he tenido una buena vida. También considero que es importante estar al lado de las personas amadas y ayudarlas a cumplir sus propias voluntades, escucharles, no apabullarles con las nuestras. Debemos, creo, preguntarnos y preguntarles y, luego, ser honesto con uno mismo, no mentirse. El sintagma No mentirse sujeta todo el edificio.    

¿Cuándo conviene acercarse a «las púas del asterisco»?

Para mí, el asterisco es la materialización de andar por casa del misterio, así lo interpreto. Es inevitable ser púa de asterisco porque somos animales anhelantes, vamos hacia el misterio pero no podemos evitar el dolor.