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Teuco

Entrevista

4 Mar 2019

Teuco Castilla, poeta

“La poesía viola la causa y efecto”

Esther Peñas / Madrid

Lo de Leopoldo ‘Teuco’ Castilla (Salta, Argentina, 1947) es de una hermosura honda que conmueve constelaciones. Su delicadísima mirada ahonda en el misterio de un modo que coloca al lector a pie de abismo al tiempo que lo abraza. Baste un ejemplo: “El pájaro intenta/alcanzar al pájaro/que vuela con su nombre/el mar/ a esa línea/donde pierde el conocimiento/ninguno retiene su superficie./¿De qué no estamos hechos?/La forma existe/hasta que halle la salida/los límites viajan/la Creación no ha comenzado todavía”.

Por razones política, Teuco se exilió en España durante muchos años, hasta que pudo regresar a la Argentina. Entretanto, ha ido tejiendo poemarios hermosísimos como Línea de fuga, el Amanecido o Gong. Su  verso alumbra. Qué: bosques, lo rudo de la piedra, la voz del animal.  

Antes de adentrarnos en poesía permítame preguntar si la situación en Argentina es tan grave como nos cuentan los noticiarios.

Es peor. Este gobierno ha desmantelado el país, corrompido la justicia, devastado los derechos de los trabajadores y enriquecido a la camarilla del gobierno y sus amigos endeudando el país (y esto es exacto) por cien años. No entro en detalles, pero han sumergido a la Argentina en una catástrofe.

“El que se lleva su tierra no llega nunca”. Me pregunto, ¿a dónde ha de llegar uno?

Ese verso habla de la memoria del exiliado, experiencia que yo tuve que vivir. Tal vez esta coplita te la redondee mejor: “A mi memoria le pido/ que me tenga compasión,/ dichosa de mi memoria/ que está donde estuve yo.” Y en cuanto a llegar, ni el universo llega nunca.

¿Qué tiene de titiritero el poeta?

Fue en Madrid que me hice titiritero. Eso se lo debo. Como le debo el amparo y la solidaridad más hermosa. Tal vez el poeta tenga algo de titiritero, sólo que no son suyas las manos, sino de la poesía. Los títeres, en cambio, tienen mucho de ella, porque hacen ver lo que aparentemente no existe.

¿De qué modo “a la poesía la hace el agua”, como leí que dijo usted en una ocasión?

Los hombres nos creemos una ecuación terminada. Y sin embargo estamos hechos el 99,9 por ciento de vacío y algo así como el 80 por ciento de agua. ¿Por qué no creer que pueda ser el agua la que haga la poesía, más todavía viendo toda la maravilla que hizo en el planeta?

¿Qué le habita de los veinte años vividos en Madrid?

Estuve 21 años viviendo allí. Tengo una hija madrileña, Tristana, y todavía conservo un apartamento donde me espero a mí mismo. No hay vez que vuelva que no sienta que estoy regresando a casa. La mitad de mi juventud pasó en esa ciudad donde vuelvo a reencontrar, intacto, el afecto y la generosidad de mis amigos. Desde Madrid recorrí medio mundo, aunque, como sabes, medio mundo está latiendo en el insigne barrio de Lavapiés.

“Tiene la sabiduría/ del que conoció con el cuerpo”. ¿Se escribe con el cuerpo?

La que escribe es la poesía; uno, como mucho, después de obedecerle, corrige. Soy de los que sienten que hay que poner el cuero para conocer y luego intentar descifrar el mundo. Pero cada uno es dueño de su experiencia y maestro de sus quehaceres. Me tocó escribir muchos de mis libros en el camino, conociendo  culturas y paisajes diferentes. Aprendí entonces que para adentrarme en ellas tenía que tener una experiencia directa. O sea, sentir tanto física como mentalmente la cercanía y la hondura de lo que estaba viendo. Los registros de esa percepción están en uno. Como que uno es uno con los otros hombres y toda la naturaleza.

“Porque el universo es una cifra elemental/ cuya unidad es el sueño”. ¿Qué aporta el sueño, el mundo onírico, a la poesía?

El sueño es sólo una dimensión. Uno de los universos paralelos en los que nos movemos a veces visibles, otras invisibles. De la captación -y participación – de  y en esos planos aparentemente intangibles, se puede, con suerte, alcanzar alguna revelación de lo que somos en el universo y de lo que es el universo es en nosotros. Y es ése uno de los caminos más aventurados y venturosos que tiene la poesía.

Si “una rama no termina en una rama”, ¿dónde acaba el poema?

No soy un teórico. Te respondo a esta y otras preguntas con todas las tribulaciones a la que me condena este oficio, más como lector que como escritor. Así tengo visto que el poema no acaba nunca. Se transforma en sí porque tiene claves que hasta el mismo poeta desconoce, cerraduras que sólo abren el espíritu diverso de los lectores. En cada uno se transforma y es otro poema y otro y otro. No carga un solo imán el poema.

¿Qué hay de sagrado en la poesía?

Alguna vez hice esta afirmación. Creo que la poesía produce o descubre universos inéditos, viola la causa y efecto, transforma incesantemente, engendra otra realidad y no admite ninguna falsificación. Eso tiene de la creación. Además no concede su secreto.  Y por eso es sagrada.

Basura y basural son palabras que se repiten con cierta frecuencia. ¿Qué hay de poético en lo feo?

La poesía no es vulnerable a esas categorías. No hay palabras feas cuando son eficaces en el poema. No sé si habré conseguido tal pericia. Si el poema no las expulsa es porque las necesita.

¿Todo poema tiene un principio de incertidumbre?

Posiblemente sea la incertidumbre con que el poeta escribe, la pulsión del camino que lo lleve al acierto. Y ese camino es el envión en el que la intuición se bate. Cuando acierta abre la puerta de una revelación. Y esa revelación es siempre una nueva pregunta.

La mayoría de los títulos de sus poemarios son monosílabos: Baniano, Nunca, Bambú, Manada, Coirón, Durián, Guarán, Ngorongoro, Poesón… ¿es intencionado?

Sí. No son los únicos. Me gusta cuando su sonoridad reúne en una sola palabra los ecos del conjunto que me fue transmitido cuando escribo. Pero tengo otros como los de tres libros referidos a la física: Versión de la materia, Campo de prueba o Teorema natural, por cierto, escritos a mis treinta años en España. Eran más descriptivos sobre el contenido de esos trabajos.

Es curioso porque apenas tiene poemas de amor (amor carnal, me refiero, porque sus poemarios están impregnado de amor –a la vida, al paisaje, a los animales, a la historia-). ¿Por pudor, por casualidad, por convencimiento?  

Por pudor. Al amor me gusta gozarlo... o sufrirlo, pero no exponerlo por aquello de que un caballero no tiene memoria. Aunque sí, he escrito poemas de amor y alguno se debe haber filtrado, enmascarado, en mis libros. Los otros no los publico porque temo que la vehemencia o la exageración- como ocurre a veces en la correspondencia amorosa- los invalide. Lo que no quiere decir que denoste para nada los maravillosos poemas de ese tenor que han engrandecido tanto la poesía de todos los tiempos.